Por : Juan Fernando Avila
Los historiógrafos nacionales y quienes con propiedad metodológica escudriñan los intrincados laberintos de la investigación cronológica y documental tratando de articular nuestra verdadera identidad social, con suficiencia descriptiva señalan; que es a partir de la última administración del exmandatario José María Medina, cuando se dictaron las primeras leyes favorables para el ingreso de migraciones europeas, asiáticas y del lejano oriente, y durante la Reforma Liberal implementada en 1876 por el Dr. Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa, el tiempo del establecimiento de elementos formales complementarios, que estimularon la presencia en Honduras, de chinos, árabes y palestinos, y la inversión en disciplinas multiplicadoras de sus inversiones originales.
En lo que corresponde a la ciudad cívica de Olanchito, motivo específico de nuestra ocupación, es necesario describir, que la presencia en la región de la Trujillo Mining Company, y la posterior instalación de las líneas del ferrocarril de la Standard Fruit Company, facilitaron la movilización tanto de nacionales como extranjeros, pues gracias a la explotación del cultivo del banano de ambas compañías trasnacionales, despertaron el espíritu de laboriosidad del hondureño de la región nororiental, y de los comerciantes extranjeros, fundamentalmente árabes, quienes vieron en el medio un campo fértil para la explotación del comercio, la agricultura y en menor escala la ganadería.
De lo que se tienen verdaderas noticias, es que fueron, Serapio Bendeck Hoch, Salvador Bendeck, Carlos E. Hoch, Juan Abudog, Mina Mahomar, Sabas Mahomar, Salvador Mahomar Kawas; Gregorio Marzuca, Julio Yacamán, Jesús Moisés Saybe, José Jorge Chahin, quienes primero llegaron a Olanchito a vertebrar el comercio de la localidad en el año de 1922, construyendo originalmente sus casas tradicionales de dos y una planta, con amplio frente para locales comerciales, y los niveles superiores de maderas con ventanas de zaranda, destinadas para habitaciones, y por supuesto, los amplios patios para la siembra de árboles frutales de colosal follaje para sofocar los veranos crepitantes de la temporada.
En principio no todo fue fácil y provechoso, se vieron obligados a enfrentar un abanico de complejas adversidades, como la asimilación de una nueva cultura ajena a su lejana idiosincrasia, la cual se les presentaba obligada y necesaria para su permanencia, contraída al aprendizaje del idioma español como base inicial para la comunicación y el entendimiento con otro tipo de sociedad, y saber advertir la valoración cambiaria de la moneda nacional, la degustación de una nueva dieta alimentaria de la gastronomía nacional, y sobrevivir en principio, a la competencia desleal, ante la cadena de comisariatos establecidos en los campos y ciudadelas por las transnacionales bananeras, que absorbían la capacidad y libertad adquisitiva de los obreros, cancelándoles sus salarios con bonos, cambiables únicamente por víveres expendidos en los comisariatos monopolizados por las empresas norteamericanas.
Sin embargo, la perseverancia irreductible, y la definida decisión de quedarse, pese a las adversidades, les permitieron sobrevivir, y asimilar con estoicismo todo el vendaval de inesperadas vicisitudes, dentro de su nuevo sistema de vida, y aquella legión de inmigrantes taciturnos que una tarde de ventisca habían descendido de una embarcación en el puerto de Trujillo procedente de lejanas latitudes, treinta años después se habían convertido den triunfadores mercantiles, impulsando sólidamente la economía municipal, y vertebrando el verdadero comercio de la ciudad, en la avenida que la nomenclatura popular llegó a bautizar con el nombre de “CALLE DE LOS TURCOS”.
Sería imperdonable pasar inadvertidos los incendios que se produjeron en los negocios de los árabes y en construcciones de algunos edificios de dos plantas que sobrevivieron hasta entrado el siglo XXI. Se destacan en este orden los siguientes:
En 1978 se incendió el Hotel Yacamán propiedad de la señora Elena Yacamán Yidi y sucesores, extendiéndose hacia el negocio que en otro tiempo fuera de Salvador Bendeck, igual que una de las casas de alquiler de don Serapio Bendeck Hoch.
La casa comercial donde en otro tiempo estuvo Tienda La Mía, de Emilio Chahin Chahin se incendió en el año 1982.
El 19 de marzo 2008 se incendió el Centro Mercantil de Elías Marzuca Itech y Nadia Hasbun de Marzuca, extendiéndose hacia el negocio Getsemaní del señor Denis Ávila A.
El Almacén La Muñeca de Eduardo Hoch Chahin, donde estaba establecido el depósito de la Cervecería Hondureña y Cable Visión Olachito ardió en llamas en el mes de junio de 1999.
Hoy día aquella legión de inmigrantes soñadores, que exploraron infinitas posibilidades para hacer fortuna a través del comercio y encontraron en nuestro suelo el principio de la tierra prometida, una vez consolidadas económicamente, algunos se trasladaron al hoy llamado Paseo Liquidámbar de la calle peatonal de Tegucigalpa, donde aún subsisten varios negocios, y otros envejecieron, cumpliendo con la forzosidad congénita de morir, dejando una profunda pesadumbre en la sociedad que reconoció sus luchas, y la remota huella que apenas delinea un pasado nostálgico, ante una estación sombría del ferrocarril donde llegaban en los atardeceres los trenes regulares de la línea oriental de los cuales nunca volvimos a saber, y la Calle de los Turcos con sus casas deshabitadas, y una estampa en la evocación apacible de los mediodías reverberantes con sus espacios irreductibles de desolación y desesperanza.
Así fue el comienzo nutrido de incertidumbre, y así igualmente el final de aquellos hombres que llegaron de lejos a marcar con su impronta el desarrollo histórico y comercial de la comunidad.
Fuente : Diario La Tribuna