16 de junio de 2012

Orgulloso encuentro con Pablo Neruda


El poeta olanchitense Livio Ramirez
Por : Juan Fernando Ávila P.
Lo tengo tan presente como si los hechos se hubieran producido hoy día. Y está tan vivo en mis recuerdos, porque fue en plena primavera en la ciudad de México, un diez y seis de mayo de mil novecientos setenta y siete, fecha coincidente con el cuarto aniversario de la muerte de mi padre, a quien desde la nostalgia distante y recurrente seguía rememorando con acentos de insuperable y justificado dolor. Yo había llegado a México un veintidós de enero de ese mismo año, y como refugio temporal me ubiqué en la casa 142 del suburbio residencial de Chimalistac, sector San Ángel, en la zona 20 del Distrito Federal, compartiendo una cabaña estilo suizo ubicada cerca de los extensos prados donde practicaban softbol los sábados y domingos los miembros de la Liga Infantil Olmeca. En esa casa propia de una estampa turística, compartí desde el primer día con mis coterráneos Livio Manuel Ramírez L., lúcido estudiante de Derecho, con Víctor Manuel Lozano, matriculado en la Facultad de Medicina, con Carlos García, un mexicano que se convirtió en amigo al instante y servicial, igual que con el argentino Carlos Mannix, estudiante de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien se extraviaba y aparecía por temporadas en su extraño y curioso itinerario gaviotal.

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Livio Ramírez, estudiante hondureño de la Universidad Autonóma de México, fue el encargado de presentar a Pablo Neruda.

Esa noche nos refugiamos en la vieja cabaña suiza a escuchar las disertaciones de Mannix, quien con didáctica polar nos ilustró cómo se soportaban los crudos inviernos en Yugoslavia, de donde eran originarios sus padres, frente a la densa nieve que se precipitaba en la ciudad, formando una capa aproximadamente de tres pulgadas que hacía crujir sus andamios poniendo en precario sus estructuras y de un momento a otro se desplomara impotente ante el peso inevitable, lo que tenía con los ojos desorbitados a Guadalupe (Lupe) Osorio, portero y vigilante, un típico mexicano de bigote poblado, cabello indio, rostro feroz y voz fina amenazante, originario de Moroleón, Guanajuato y quien guardaba más amor por los bienes materiales que la misma propietaria.

Esa noche para mitigar la zozobra de un vuelo de dos horas con cuarenta minutos, y los vaivenes y constantes sacudidas de algo que se prolongó por cuatro horas, además de un tiempo imprevisto, dispusimos escuchar música clásica, dentro de lo que recuerdo los conciertos de Brandemburgo de Johan Sebastián Bach, música barroca italiana de Vivaldi, ejecutada magistralmente en clavicordio, igual que un coordinado grupo coral que expresaba el testimonio de los pueblos a través de la nacionalidad de cada uno de sus componentes conocido como VIVA LA GENTE. Para soportar los rigores del temporal, nos asistimos de media docena de vinos y licores, donde sobresalió el coñac Curvuoasier, que según Mannix, era el más indicado cuando los inviernos se volvían exageradamente congelantes, además del calor despedido por la chimenea de la cabaña.

Tres días después por disposición preventiva de la propietaria del complejo habitacional Teresa Menutti, nos trasladamos a un lujoso departamento del segundo nivel del edificio principal, que había condicionado para su hija residente en Vía Benetto, Italia, quien dispuso quedarse a vivir definitivamente en Europa. Aquel refugio plagado de comodidades, se prolongó por muchos años, hasta cuando por acuerdo colectivo, y gracias a los enredos pasionales de cada uno, determinamos que una sola persona debía quedarse viviendo en él, para disfrutar al máximo y sin horarios ese suicidio lento no expresable en palabras que los inspirados líricos resumen sencillamente en una breve palabra que se llama amor.

Una mañana resplandeciente cuando caminaba junto a Livio hacia el centro de la ciudad para tener una visión más exacta y conocer las librerías de la Alameda Central, bordeando la acera lateral del parque Los Enamorados, donde mucho tiempo después nos sentamos a escuchar la nostalgia de los organilleros, y ya viviendo en la comodidad de un departamento con todas las condiciones de modernidad, nos convertimos en vecinos de Pablo Michelli, su esposa Susan y su hijo Yordy, un gallego trotamundo sin compasión, que había vivido en Moscú, París, Madrid y Guatemala, en tiempo de Arbenz Guzmán, igualmente expulsado de todos los países por su explosivo radicalismo Stalinista.

Esa mañana fue cuando supe por conducto de Livio Manuel, que en el curso del año la Universidad Nacional Autónoma de México, donde estábamos estudiando, se honraría con la visita de renombradas personalidades del mundo intelectual y político a nivel internacional, dentro de las que figuraban el poeta universal PABLO NERUDA, el doctor de la Soborna y Miembro del Partido Comunista Francés ROGER GARAUDY, y la voz que había recobrado la vigencia de la poesía afrocubana a partir de los años treinta con la publicación de su libro LOS MOTIVOS DEL SON, como era NICOLÁS GUILLÉN.

De los dos poetas tenía referencias bibliográficas y cronológicas, a excepción de GARAUDY, de quien apenas había leído UN REALISMO SIN RIBERAS, donde el autor realizaba un análisis crítico, literario y riguroso sobre las obras de PICASSO, SAINT JOHN PERSE Y KAFKA. Más tarde me enteraría que la tesis de sus estudios de Ciencias en Moscú, titulada LA LIBERTAD, sería publicada como libro por la Editorial Lautaro de Argentina, igual que un denso estudio sobre HEGEL con el título de DIOS HA MUERTO.

NERUDA había estado en México varias oportunidades. Estuvo por primera vez como cónsul de CHILE en 1940, país al que llegaría un 14 de agosto de 1940. En 1941, fue agredido en Cuernavaca, estado de Morelos, por una turba de nazistas en el mes de diciembre. En ese entonces, recibió la solidaridad de todos los intelectuales de México. En 1943, se editó en México el NUEVO CANTO DE AMOR A STANLINGRADO. En 1946, visitó de nuevo México al ser condecorado por el Gobierno mexicano con la ORDEN DEL ÁGUILA AZTECA, que es la más alta condecoración que el Estado confiere a personalidades nacionales distinguidas, y a hombres de renombre internacional. En ese mismo año se dictaba sentencia en Chile, declarando que su nombre legal era PABLO NERUDA. En 1949 visitó nuevamente México para participar en el Congreso Latinoamericano de Partidos por La Paz. En 1950, se publicaban en México, dos ediciones del CANTO GENERAL.

En 1956 pasó por México en gira proveniente de países europeos y en 1967, retorna a México después de recorrer Roma, París, Londres, Berlín, Moscú y Atenas y otros países y capitales del viejo mundo, y es cuando se hace presente en la UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO.

En tanto el poeta NICOLÁS GUILLÉN, después de publicar el año de 1930, LOS MOTIVOS DEL SON, lo haría en 1931 con el poemario SÓNGORO COSONGO. En 1954, con WETS INDIES LID, en 1947 editaría CANTOS PARA SOLDADOS Y SONES PARA TURISTAS, igual que ESPAÑA POEMA DE CUATRO ANGUSTIAS Y UNA ESPERANZA. En 1947 publicaría el SON ENTERO, y un año después en 1948, ELEGÍA DE JACQUES ROUMAIN EN EL CIELO DE HAITÍ, en 1951 ELEGÍA A JESÚS MENÉNDEZ y finalmente en 1958, LA PALOMA DE VUELO POPULAR, que conocí por adición de Editorial Sudamericana y que sirvió como lectura principal en el extraordinario recital que brindó en la Facultad de Filosofía de la UNAM, aquel 21 de junio, haciéndose acompañar en la mesa principal por el muralista mexicano DAVID ALFARO SEQUEIROS, por el exiliado español WENCESLAO ROSES, traductor al español de EL CAPITAL DE MARX y la FENOMENOLOGÍA DEL ESPÍRITU DE HEGEL y por LIVIO MANUEL RAMÍREZ LOZANO, estudiante hondureño de la Facultad de Derecho, quien se había convertido en la voz cultural totalizante de más de medio millón de estudiantes activos de la UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO.

Hay que describir, que México como los restantes países de Latinoamérica eran receptores de un inusitado impacto pluricultural que se expresaba en manifestaciones transformadoras que nulificaban virtualmente toda posibilidad de sobrevivencia con el pasado que les había precedido. Era el surgimiento del boom de la novela latinoamericana con figuras como CORTAZAR, VARGAS LLOSA, GARCÍA MÁRQUEZ, CARLOS FUENTES, ALEJO CARPENTIER, y tantos otros que contribuyeron a enriquece y purificar el lenguaje a través de sus obras. Desde Argentina llegaban noticias de la primera edición de CIEN AÑOS DE SOLEDAD de GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ, por la Editorial Sudamericana. Los receptores de radio y televisión informaban de la presencia del guerrillero heroico ERNESTO CHE GUEVARA, en las agrestes montañas de Bolivia, dispuesto a cambiar el destino de ese pueblo por la boca de los fusiles. Éxitos inusitados de ese canto de saudade extraído de las favelas de Brasil e incorporado a las partituras por JOAO GILBERTO, conocido como Bossa Nova, cuya perduración penetró la dinámica expresión de las pantallas cinematográficas con la película VIVIR POR VIVIR. Los Escarabajos de Liverpool (LOS BEATLES), borraban de los escenarios a todos los grupos competitivos con melodías como Yesterday, Hey you, Yellow river y tantas otras que nutrieron el nuevo pentagrama revolucionario musical del mundo.

En fin, una eclosión fenomenológica de hechos fueron predisponiendo la ansiedad y la presencia del poeta PABLO NERUDA en el auditorio de la FACULTAD DE FÍSICA, que aquella mañana inolvidable lucía inconmensurablemente lleno y confundido de estudiantes de diversas tendencias ideológicas, dentro de las que se distinguían maoístas, troskistas, leninista, stalinistas, spartakos, fidelistas, guevaristas y priístas, y de diversas corrientes filosóficas, destacándose los existencialistas, estoícos, positivistas lógicos, kelsenianos y de todo el espectro filosófico que sacudía en ese entonces el pensamiento de los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México, cuyas más expresivas manifestaciones se evidenciaban en los que cursaban carreras como humanidades, ciencias políticas, derecho y que fueron parte esa mañana del nutrido grupo humano que calorizó el ambiente, igual que la contaminación polusiva que provocó el humo de sus cigarrillos. Pero allí había que estar en primera fila, para conocer de cerca y escuchar a viva voz, al creador poético que había renovado la cultura latinoamericana, precedido únicamente por RUBÉN DARÍO Y CÉSAR VALLEJO, con la diferencia de un dolor vallejeano más acendrado, pero marcando con sus impronta, el canto de muchas generaciones que aún después de tantos años, transpiraban por sus versos un sentimiento de solidaridad humana.

Así fue que aquella mañana radiante en la mesa principal destinada para valores configurantes de la intelectualidad, ocupó su lugar el escritor y crítico de literatura JUAN JOSÉ ARREOLA, autor de la obra CONFABULARIO TOTAL e inventor del género literario VARIA INVENCIÓN. Y quien además la primera residencia en México del poeta, se convirtió en su secretario privado. JUAN JOSÉ ARREOLA, representaba a los escritores e intelectuales en México, LIVIO MANUEL RAMÍREZ L., joven estudiante hondureño de la Facultad de Derecho, convertido en la expresión más culta y refinada de los estudiantes, lo haría en representación de los mismos, y finalmente apareció la figura del poeta continental PABLO NERUDA, acompañado de su esposa MATILDE URRUTIA, con quien había formalizado su unión un 16 de agosto del año 1996.

El primero en dirigirse a la multitud apretujada hasta el techo de aquel auditorio insuficiente para un acto de tal magnitud, fue el poeta y estudiante LIVIO MANUEL RAMÍREZ L., quien por sobre el rumor confuso y la inquietud de la muchedumbre, elevó su voz y sus palabras para exaltar la presencia en México y en la universidad del creador literario que había marcado con su impronta los instrumentos del lenguaje y de la versificación poética en forma mágica y literal. Más tarde, el escritor JUAN JOSÉ ARREOLA, hablaría de la parte humana del poeta pidiendo a los presentes calma, porque el acto de la poesía que es consagratorio de creación sólo podría entenderse frente a una toma de conciencia silenciosa, si es que queríamos conocer y estimar al autor.

Finalmente PABLO NERUDA se puso de pie y fue recibido por una clamorosa y multitudinaria ovación. Saludó a los asistentes y presentó a su esposa MATILDE URRUTIA. Resaltó su vocación y solidaridad hacia la humanidad y sobre todo a los que luchaban por estar en la principal casa de estudios de México, compartiendo con jóvenes que en el futuro serían el nervio y la voz libertaria de América. Después tomó un voluminoso texto de su obra completa, y nuevamente se dejó escuchar aquella voz firme, cansada y clerical, dando lectura a un poema dedicado a los Pies de los Niños, que cautivó a los presentes, y varios poemas más.

Para concluir, su mensaje testamentario número uno del cual aún rememoro este fragmento que llegó a seducir a la inmensa mayoría de un público insaciable, exigente y fiel al poeta, a su creación y a su mundo.

Dejo a los sindicatos

del cobre, del carbón y del salitre,

mi casa junto al mar de ISLA NEGRA.

Quiero que allí reposen los maltratados hijos

de mi patria, saqueada por hachas y traidores,

desbaratada en su sagrada sangre

consumida en volcánicos harapos.

Quiero que al limpio amor que recorriera

mi dominio, descansen los cansados,

se sienten a mi mesa los oscuros,

duerman sobre mi cama los heridos.

Hermano, esta es mi casa, entra en el mundo

de flor marina y piedra constelada

que levanté luchando en mi pobreza.

Aquí nació el sonido en mi ventana

como en una creciente caracola

y luego estableció sus latitudes

en mi desordenada geología.

Tu vienes de abrazados corredores

de túneles mordidos por el odio

por el salto sulfúrico del viento.

Aquí tiene la paz que te destino

agua y espacio de mi Oceanía.

Aquel impacto emocional estalló como estruendo en un auditorio donde gritos, aplausos, vivas, desmayos, lipotimias, etc., se conjugaron indescriptiblemente, mientras lejos quedaban las predisposiciones de estar presente en el acto, la duda si encontraría un lugar estratégico para estar cerca del poeta, la emoción de vivir por primera vez un acto consagrado a la sensibilidad en todos los asistentes, como también lejos quedaba la timidez propia del muchacho de una provincia remota de un país escondido hasta en su nombre, frente a la indeclinable determinación y la orgullosa convicción de levantarme, decidido a estrechar la mano de un Dios de la creación literaria y obtener su firma en un libro de su autoría y desde entonces, definir mi fidelidad al ejercicio de una pasión cultivada en ciernes, y ser capaz por mí mismo, de crear un mundo propio, real y vivo como fuente de placer estético, o como magia indescriptible en incesante búsqueda hasta los minutos finales de mi razón existencial.