Las compañías bananeras que operaron en el norte de Honduras, -a principios de siglo hasta 1975- se movieron con gran habilidad, entre los laberintos de la burocracia que desde entonces paralizaba cualquiera iniciativa o le daba velocidad a los asuntos que tenían que ver con los generosos empresarios extranjeros.
Es público que les pagaban sobresueldos a los empleados o funcionarios públicos que le eran útiles para la protección de sus intereses. De esta manera, entraron en sus planillas ministros del gabinete presidencial, diputados al Congreso Nacional, Comandantes Militares, magistrados, jueces e incluso alcaldes municipales.
Los funcionarios gubernamentales además de recibir sueldo por parte del gobierno de Honduras –muy reducido, retrasado frecuentemente- también obtenían un complemento generoso de las compañías bananeras.
A cambio, debían proteger los intereses de las fruteras: desde sacar de la cárcel al maquinista que había arrollado a un campeño que había fondeado sobre la línea férrea, expulsar a algún dirigente que andaba proponiendo organizaciones sindicales, hasta sacar libre a uno de sus altos empleados que, en una borrachera; o en pleito doméstico le habían causado la muerte a otra persona.
Pero además, las compañías fruteras tenían “cortesías” con estos funcionarios. O con líderes políticos prometedores. Otorgar un pasaje gratis para viajar en los trenes sin pagar un centavo, era una fórmula idónea para satisfacer la vanidad local y para encumbrar al beneficiado que de esta manera, discretamente se distanciaba de sus compatriotas. A continuación publicamos un pase de la Truxillo de Olanchito. Desafortunadamente, no tenemos el nombre del juez. El pase de cortesía es un aporte de nuestro colaborador Dr. Juan Fernando Ávila Posas, residente en Olanchito, Yoro.