TEGUCIGALPA (HONDURAS) 14 DE JULIO VÍA RADIO TROPICAL HOY 6 EN LA NOCHE ESTALLÓ LA GUERRA ENTRE EL SALVADOR Y HONDURAS.
Se acercaba el mundial del 70, ese en el que se coronó definitivamente Pelé como posiblemente el mejor jugador de todos los tiempos, y Honduras y El Salvador luchaban por una plaza para el evento. El primer partido se jugó un 8 de junio de 1969 en Tegucigalpa. El equipo salvadoreño pasó la noche en vela tras una noche toledana en la que los aficionados hondureños se despacharon a gusto tirando piedras a las ventanas, y reglándoles un concierto si mayor con palos y latas de gasolina vacías aderezadas con pólvora y bocinas. Al día siguiente un somnoliento El Salvador cayó por un meritorio 1-0 en el último minuto. Instantes después una joven de 18 años, llamada Amelia Bolaños, se disparaba al corazón con la pistola de su padre, según el Nacional salvadoreño, porque la “Joven no soportó ver a su patria arodillada”, desembocando el tema en funeral de Estado televisado y encabezado por el Presidente de la República rodeado de sus ministros.
Honduras puso rumbo a un fácilmente adivinable ambiente hostil de San Salvador, el 15 de junio. En un estadio rodeado de militares, y un campo anillado por las ametralladoras de la Guardia Nacional, los jugadores hondureños bastante hicieron con salir vivos de un partido que acabó 3-0 para El Salvador. Como bien resumió el entrenador Mario Grifin “Por suerte perdimos el partido”. Peor suerte corrieron los hinchas hondureños, guiados a golpes y patadas hasta la frontera, a la que dos no llegaron nunca, siendo docenas hospitalizados y un par de centenares de coches carbonizados. Como resultado se cerraron las fronteras entre ambos países.
El partido de desempate se jugó el 27 de junio en el Azteca de México, D. F. ante un estadio divido en dos aficiones por cinco mil policías mexicanos armados hasta los dientes El Salvador venció 3-2. Tras el encuentro, Ryszard Kapuściński, el polaco, le preguntó a su amigo Luis, redactor del semanario Siempre, ¿Crees que es buena idea viajar a Honduras?; “Me parece que sí, algo va a pasar con seguridad” le contestó. Horas después de aterrizar en Tegucigalpa, de madrugada, un avión soltó una bomba y en la ciudad cundió el pánico. Kapuściński, único corresponsal extranjero en el lugar, salió corriendo del hotel rumbo al solitario télex de Tegucigalpa para enviar el cable arriba reproducido, ante un atónito funcionario de correos que le preguntaba que si Varsovia era un país, y que ante la contestación de que el país era Polonia se quedaba igual de sorprendido. “La guerra del fútbol duró cien horas”, escribe en su relato Kapuściński. “Número de víctimas: seis mil muertos, mínimo el doble de heridos, cerca de de cincuenta mil personas perdieron sus casas y parcelas. Muchas poblaciones fueron destruidas”.
La causa real de la guerra, según el reportero, nació de que El Salvador es el país más pequeño de América Central pero el de mayor densidad poblacional de toda América (160 por kilómetro cuadrado), estando el espacio controlado por terratenientes, las llamadas catorce familias (mil terratenientes tendrían diez veces más tierra que cien mil campesinos juntos). Honduras es seis veces más grande y la mitad de poblada. Muchos campesinos- unos 300.000- cruzaron la frontera silenciosa e ilegalmente con la connivencia de ambos países durante años. Con la reforma agraria, que no tocó las propiedades de los terratenientes ni de las concesiones extranjeras, se instó a los campesinos a volver a su patria. Una patria que no le quería porque temía una revuelta campesina. El rencor y los periódicos hicieron el resto.
Con este ambiente se jugó el primer partido y los siguientes Kapuściński concluye su alucinante reportaje con esta desoladora conclusión: “Los dos gobiernos estaban satisfechos de la guerra porque durante varios días Honduras y El Salvador habían ocupado las primeras planas de la prensa mundial y habían atraído el interés de la opinión pública internacional. Los pequeños países del Tercer Mundo tienen la posibilidad de despertar un vivo interés sólo cuando se deciden a derramar sangre. Es una triste verdad, pero así es”. Las dos naciones firmaron un Tratado General de Paz en Lima, Perú, el 30 de octubre de 1980 por el cual la disputa fronteriza se resolvería en la Corte Internacional de Justicia; el control de unos 450 kilómetros cuadrados pasaron a Honduras, reduciéndose de esta forma el territorio salvadoreño.
Diez años antes la guerra había terminado en empate porque la frontera siguió siendo la misma, algunos emigrantes regresaron a El Salvador, otros, y sus hijos, y los hijos de sus hijos, continúan a día de hoy en Honduras. Por cierto, El Salvador, tras ganar a Haití, consiguió el pasaporte para México 1970, donde fue eliminada en primera fase con cero puntos, cero goles a favor y nueve en contra
Por : Carlos Rodrigo Fuente : weare14.com