23 de julio de 2010

Pidamos la beatificación de Manuel de Jesús Subirana


Por : Edwin Wilfredo Rubí
Llegó a Honduras en 1856 donde pasó los últimos años de su vida, sin poder regresar a su país España , aquí en Honduras se le recuerda como la figura más ilustre de la Iglesia que pisó este suelo. Se dice que vino de la edad de cuarenta y nueve años, un hombre intelectualmente muy preparado y con una gran experiencia misionera. Llegó a La Mosquitia hondureña donde evangelizó a los zambos, payas, misquitos, jicaques, toacas, sumos caribes y otros, que en gran número tenían creencias paganas y supersticiosas.

Cuentan que al llegar al municipio de Omoa los moradores que tenían comportamiento guerrerista y no admitían ningún extraño, salieron al encuentro del padre Subirana con la intención de matarlo. Pero el Padre les levantó la mano para darles la bendición, y aquellos guerreros, tocados por una fuerza sobrehumana se arrodillaron mansamente ante el enviado de Dios.

Se dice que en Tegucigalpa, en el barrio La Ronda curó a una señora que padecía una enajenación mental terrible mandando a derramar desde el techo un balde de agua fría durante un violento ataque de locura. La señora se sintió curada, y nunca le volvió a molestar la delicada enfermedad.

Dicen que en Cantarranas no quiso hospedarse en una casa que le habían preparado: porque anteriormente había sido habitada por blasfemos y predijo que esa casa acabaría mal. Muchos años después en 1919 el edificio fue consumido por el fuego.

Llegó a mediados de 1858 al departamento de Yoro donde dedicó la mejor parte de su apostolado, comenzó por aprender el lenguaje de los indios jicaques. Cuentan que el cacique Cohayatbol se resistía a toda enseñanza y evangelización del misionero, pero un día el cacique sufrió un fuerte dolor de cabeza por lo cual el padre Subirana rezó y el dolor de cabeza desapareció, desde ese día en la montaña Pijol el cacique Cohayatbol se convirtió al cristianismo dándole al padre Subirana un amplio permiso para que predicara libremente en todos sus territorios y bautizase a cuantos quisieran.

Se dice que en la aldea La Misión cerca de Taulabé en el cerro El Portillo una caminata de 350 metros lleva al visitante a la base del cerro, donde comienza el ascenso hasta llegar a la entrada de la cueva “los Olivos”. Lo más interesante de la gruta es el pozo del padre Manuel de Jesús Subirana, el que tiene un significado religioso para los habitantes de la aldea. Según la leyenda, el padre Subirana tocó una de las rocas y de repente salió agua durante una de las sequías en el país.

Caminando el padre Subirana junto a un grupo de personas desde Comayagua hacia Yoro en la montaña de San Pedro hicieron un alto para pasar la noche, pero los rugidos de un tigre no eran nada halagadores. Pero el misionero manda a su sacristán con un cordón de San Francisco para que amarre y traiga al tigre y que no tenga miedo. El poder moral del padre dio confianza al sacristán y fue. Al llegar la fiera se echó al suelo, se dejó atar y conducir hasta donde el padre, que lo golpeó cariñosamente y lo mandó alejarse en paz ¡y todos durmieron tranquilos!

Se dice que en lugar solitario conocido como Rancho Grande entre Esquías y el Espino, hoy llamado San Jerónimo, había una multitud de gente que lo seguía y no tenían que comer, sólo un puñadito de arroz, el padre Subirana le dice al cocinero que ponga a cocer el grano y todos quedaron con el estómago lleno.
En Trinidad, Santa Bárbara, predicaba el padre y a mitad del sermón se calla el misionero por unos instantes, prediciendo que todo se va a quedar a oscuras y pidiendo que canten el “Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal”. Era pleno día y todo se volvió oscuro y rugía un fuerte huracán. Terminado el canto, el misionero extendió los brazos y volvió a brillar la luz y todo quedó en paz.

Se ha consolidado la creencia de que la lluvia de peces en Yoro es un milagro del padre Subirana. Al encontrar mucha gente pobre y hambrienta, oró durante tres días y tres noches pidiendo a Dios un milagro que ayudara a los pobres a conseguir alimento. Murió el 27 de noviembre de 1864, sus restos mortales descansan en la iglesia de Yoro, que es custodiada por misioneros Jesuitas donde esperan la glorificación final de Dios.

Hay muchos prodigios documentados y testificados que no describo aquí, por razones de espacio. Pero debemos pedir que todos sus milagros sean reconocidos por las máximas autoridades de la Iglesia católica y colocar en los altares a Manuel de Jesús Subirana, Santo Misionero de Honduras.
Fuente : Diario La Tribuna