28 de noviembre de 2010

¡Muere Ramón Amaya Amador!

Amaya Amador junto a su novia Armida Fúnez,paseando en Córdova,Argentina
Por: Juan Ramón Martínez
Concluido el congreso donde los comunistas búlgaros discutieron sus asuntos principales, Ramón Amaya-Amador y sus compañeros de la redacción de la revista Internacional, se prepararon para el regreso a Praga. José Manuel Fortuny, le propuso a Amaya-Amador que viajaran en tren y le dijo que el tiempo que perderían, lo podían aprovechar conversando, comiendo y tomando algunas cervezas durante el trayecto. Amaya-Amador argumentó que tenía muchas cosas que hacer el día siguiente y que prefería ir a dormir a Praga para levantarse temprano a cumplirlas. El otro insistió. Sin embargo el novelista hondureño le dijo que no. Se dieron la mano como siempre, y cada uno se enfrentó a sus realidades.
Amaya – Amador junto a su novia Armida Fúnez, paseando en un parque en la ciudad de Córdoba, Argentina, en la década de los cincuenta.
Ramón Amaya-Amador, junto a casi un centenar de pasajeros, abordó en la capital búlgara el avión de fabricación soviética que les conduciría a su destino. Era el 24 de noviembre de 1966. Le acompañaban varios miembros de la redacción de la Revista Internacional, Pedro Mota Lima (brasileño), Alberto Ferraria (argentino) y Sigeho Kadzito (japonés). Además, iban en el mismo vuelo por lo menos, 9 ciudadanos occidentales más. El resto de los pasajeros eran búlgaros o checos que regresaban a sus respectivos hogares o que realizaban fuera de sus residencias habituales, diversas gestiones. Aunque ha caído la noche y el tiempo no es bueno, conversan animadamente mientras el avión carretea sobre la pista brillante por la lluvia.

Unos pocos minutos después, el avión, ya en territorio checoslovaco, se estrella en unas colinas cercanas a la ciudad checa de Vratislava. No hay sobrevivientes. Los cables empiezan a circular. En las redacciones los periodistas se preparan para titular los espacios confiados a su cuidado. En su residencia de Praga, Arminda Fúnez y sus dos hijos Aixa de 9 años y Carlos de 8, esperan tranquilosla hora en que Ramón Amaya-Amador regresará de su viaje a Sofía, capital de Bulgaria. La cena favorita está lista y los niños no se quieren acostar esperando los inevitables regalos con los cuales el padre hace material su afecto inconmensurable por esos dos hijos que la vida le ha dado para su placer y su realización. De repente, suena el teléfono y todo cambia para la familia de latinoamericanos residentes en la capital checoslovaca. “Ha sido un golpe inesperado –dirá un poco tiempo después Arminda Fúnez de Amaya-Amador– y fatal por lo que hoy nos encontramos profundamente apenados. Todos sus anhelos de luchas junto a su pueblo han sido físicamente cortados…”13. El golpe es infinitivamente fuerte. Y la mujer –fuerte pero arrinconada por la tragedia en forma tan abrupta– no tiene capacidad por asimilar el golpe. “No puedo pensar, no me parece realidad, su desaparición. ¡Es horrible todo esto! Cuántas veces al entrar en casa percibo de sus pipas tan características de su persona impregnadas de tabaco, y me parece una locura pensar en su desaparición”14. Pero los hechos son fríos y dolorosos. Y la vida tiene que continuar, dice a solas, mientras cubre amorosamente los cuerpos de sus hijos, Aixa y Carlos Raúl inocentemente vencidos por el sueño y el cansancio de la espera15.

A muchos miles de kilómetros de distancia, Longino Becerra, cumple sus tareas habituales. Su horario de trabajo, es extraño; pero lo ha cumplido durante tanto tiempo que ha terminado por acostumbrarse. Comienza sus labores a las 6 de la tarde y las concluye a la una de la mañana del día siguiente. Esa noche, entre los cables que recoge para redactar los textos que pasará a los locutores de la edición internacional lee: “Accidente de aviación de delegados del Partido Comunista de Bulgaria”. Inmediatamente se tranquiliza porque en la lista de fallecidos, no se incluye el de su compatriota. A las 10 de la noche, recibe otro cable en el que se entera que se han identificado algunos cadáveres. A las once de la noche, otro cable se refiere al asunto y en la lista de personas muertas no aparece Ramón Amaya-Amador. A la una de la mañana, concluida por jornada de trabajo, sale para su casa. Al llegar a la calle, compra un jugo de caña –fresca y dulce– y un pan con un huevo en torta, diestramente colocado en el centro. Tengo hambre dice para justificarse. Poco tiempo después, llega a su casa y cansado como está, duerme como un tronco. Al día siguiente, fiel a sus costumbres, antes de ir al urinario a descargar su vejiga, enciende Radio Reloj para escuchar las noticias. Se queda un instante más y de repente su adormilada sensibilidad reacciona cuando escucha referencias al accidente del avión Ylyushing soviético y la lista de los pasajeros. Allí, mencionan, nítidamente, que entreel pasaje accidentado, viajaba Ramón Amaya-Amador. Lo que sigue es turbación y ganas de llorar.

En Tegucigalpa los cables fueron publicados en los periódicos de la tarde del día 26 en forma escueta. Ese día 26, La Prensa se refirió al asunto en los términos siguientes: “El cable internacional nos trae la noticia del trágico fallecimiento del compatriota Ramón Amaya-Amador, intelectual cuyo nombre ha sido calificado positivamente por la crítica nacional e internacional por sus novelas de corte social”16. El cable a que se refiere el diario sampedrano es el siguiente: “Viena, 25 (P) Pedro Motta Lima, de Brasil: Alberto Ferraria, de Argentina y Ramón Amaya-Amador de Honduras se encuentran entre las víctimas del avión búlgaro que se estrelló cerca de Bratislava. Un vocero de la Revista Problemas dela Paz y Socialismo en la capital checoslovaca dijo que los tres, más Sigeko Kadzito de Japón eran miembros del personal internacional de la revista. Hubo cuando menos nueve accidentados entre las víctimas, según la información recibida en Praga. El accidente ocurrió el miércoles”.
Fuente :Anales Históricos, La Tribuna 28 Noviembre, 2010