9 de febrero de 2013

Tegucigalpa de los años veinte


En la Tegucigalpa de los años veinte del siglo pasado comenzó a marcarse la época de los avances que el hombre inició en los últimos años de la centuria diecinueve, incorporándonos al modernismo de aquel entonces.
En los últimos dos años del gobierno del general Terencio Sierra, entre 1902 y 1904, llegó a la capital la primera aplanadora de pistón accionada por vapor  la que se utilizaba para apisonar las calles de tierra que adolecían del empedrado, que era clásico en el centro capitalino, como se aprecia en la que se conocía como Calle de los Naranjos, donde vivió el doctor Ramón Rosa


El 26 de marzo de 1905 el ciudadano suizo don Julio Villars sorprendió a los tegucigalpenses con la llegada del primer automóvil  acontecimiento histórico que representó el inicio de una nueva era en la apacible ciudad, al circular en los años siguientes por sus calles los bulliciosos autos con los ensordecedores sonidos de los claxon y los motores activados por cran en una diversidad de modelos, como los que se aprecian en la avenida Juan Gutenberg del Guanacaste





Enormes vehículos, que comenzaron a llamarse camiones, fueron importados en los años treinta para transportar carga y el correo terrestre, como se utilizaba en 1935, para llevar a diferentes lugares del país donde se podía llegar por caminos los sacos del correo nacional (FOTO 5)
En los años cuarenta, Tegucigalpa contaba con muchos vehículos, muchos de ellos destinados al servicio del transporte, como los que se estacionaban en la Plaza Central (FOTO 6), que eran conducidos por experimentados choferes como “Tiefa”, “Cutín”, “Calán”, “Breque Falso”, “Fausto” y otros que por un peso lo llevaban a cualquier sitio de la ciudad.



En esos años resultaban distancias enormes ir de San Felipe a La Granja o al Vacilón y surgieron empresas de autobuses que por cinco centavos de lempira le transportaban en aquellas enormes unidades  que tenían rutas directas, sin hacer virajes por las estrechas calles de la ciudad, porque les era imposible transitar aun cuando fueran experimentados conductores.
Fotos y texto cortesia de La Tribuna