En Honduras se han encontrado muchos restos fósiles de animales de características colosales como los mastodontes, megaterios y rhynchotherium los que son una especie parecida a los elefantes.
El megaterio es uno de los mamíferos más grandes que han existido en nuestras tierras, su nombre “Megatherium” significa “La Gran Bestia”, un enorme mamífero pariente de los osos perezosos y cuya altura erguida era de más de 6 metros, este animal se extinguió 8,000 años a.C. por lo que se puede suponer que tuvo contacto con nuestros antepasados cuyos registros indican ya vivían en Honduras en el año 9,480 a.C.
En el Museo de Antropología de Comayagua usted puede observar el enorme femur y la cadera del Oso Perezoso Gigante, restos encontrados en las riberas del río Humuya.
En la Cueva del Gigante nuestros antepasados dibujaron figuras antropomorfas y zooformas que representan quizá animales que ellos observaban o probablemente la interpretación de los artistas sobre su entorno, personas que dejaron su firma marcada con las manos en tintes rojos y como espacio libre entre tintes blancos.
Y si esto le parece interesante, ahora viene lo mejor, hasta donde se sabe, Honduras es el único sitio de Centroamérica donde se han encontrado restos de dinosaurios, se trata de un animal que los expertos denominan Ornitópodo que pudo ser un Iguanodonte o bien un Hadrosaurio, cuyos restos fueron encontrados en 1971 a 10 kilómetros de Rancho Grande, Comayagua y muy cerca de San Luis, descubrimiento documentado en “A mid-Cretaceous ornithopod from central Honduras” donde se calcula que el ejemplar vivió hace 100 millones de años.
Los Hadrosaurios eran dinosaurios herbívoros con un pico similar a los picos de pato pero con un buen número de molares que se cuentan hasta 2000 de ellos, medían entre 4 y 15 metros de longitud, con una fuerte cola aplanada que les pudo servir para nadar, la mayor parte del tiempo caminaban en 4 patas pero cuando se trataba de huir lo hacían erguidos sobre las patas traseras, justo como se ven en la película Jurassic Park.
En definitiva Honduras tiene mucho que contarle al mundo y esto solo es la punta del iceberg…
Noticia cortesia de : Diario La Tribuna
Nota de redacción : En 1986 fueron descubiertos restos fosiles de dinosaurios en la ribera del rio Aguan en la zona llamada "Las Minas" Olanchito, las fotografias y el reportaje fueron publicados ese año en la Revista AGUAN
Olanchito,Honduras & the world
29 de diciembre de 2015
14 de diciembre de 2015
Supuesto fenómeno extraterrestre en Victoria, Yoro.
Pobladores de la localidad de Victoria, Yoro, están alarmados por un supuesto objeto volador que habría aterrizado en una área de la zona el 22 de Noviembre de 2015.
Según algunos relatos, el área quedó completamente destruída y eso podría deberse a la fuerza del “fenómeno”.
Desde lo ocurrido, los habitantes están en completa alerta ante la presencia de un supuesto ovni; algo que según ellos nunca había sucedido allí.
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Ciencia,
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7 de diciembre de 2015
Los ultimos dias del escritor Ramon Amaya Amador
El último hondureño que vio con vida a Amaya-Amador fue Longino Becerra. Dos semanas antes de su muerte se despidieron en Moscú. Amaya Amador, salió para Sofía a desempeñarse como delegado comunista ante el Congreso que se debía celebrar en esa ciudad. Becerra, que entonces era redactor de la sección internacional de Radio Habana, Cuba, tomó el avión de Aeroflot con rumbo a Cuba. Ni Amaya-Amador ni mucho menos Becerra, sospecharon que el abrazo que se daban en el aeropuerto de la capital de la Unión Soviética, era el último. Ambos se sentían jóvenes y solo, de vez en cuando, pensaban en la muerte. Amaya-Amador dejó muy pocas cosas escritas para que la posteridad le conociera, convencido que sus libros hablarían por él. Un supuesto diario que aparentemente escribiera durante la mayoría de sus años adultos de vida, todavía guarda sus secretos.
Concluido el Congreso donde los comunistas búlgaros discutieron sus asuntos principales, Ramón Amaya-Amador y sus compañeros de la reacción de la revista Internacional, se prepararon para el regreso a Praga. José Manuel Fortuny, le propuso a Amaya-Amador que viajaran en tren y le dijo que el tiempo que perderían, lo podrían aprovechar conversando, comiendo y tomando algunas cervezas durante el trayecto. Amaya-Amador argumentó que tenía muchas cosas que hacer el día siguiente y que prefería ir a dormir a Praga para levantarse temprano a cumplirlas. El otro insistió. Sin embargo el novelista hondureño le dijo que no. Se dieron la mano como siempre, y cada uno se enfrentó a sus realidades.
Ramón Amaya-Amador, junto a casi un centenar de pasajeros, abordó en la capital búlgara el avión de fabricación soviética que les conduciría a sus destinos. Era el 24 de noviembre de 1966. Le acompañaban varios miembros de la redacción de la revista Internacional, Pedro Motta Lima (brasileño), Alberto Ferraria (argentino) y Sigeho Kadzito (japonés). Además, iban en el mismo vuelo por lo menos, 9 ciudadanos occidentales más. El resto de los pasajeros eran búlgaros o checos que regresaban a sus respectivos hogares o que realizaban fuera de sus residencias habituales, diversas gestiones. Aunque ha caído la noche y el tiempo no es bueno, conversan animadamente mientras el avión carretea sobre la pista brillante por la lluvia.
Unos pocos minutos después, el avión, ya en territorio checoslovaco, se estrella en unas colinas cercanas a la ciudad checa de Bratislava. No hay sobrevivientes. Los cables empiezan a circular. En las redacciones los periodistas se preparan para titular los espacios confiados a su cuidado. En su residencia de Praga, Arminda Fúnez y sus dos hijos Aixa de 9 años y Carlos de 8, esperan tranquilos la hora en que Ramón Amaya-Amador regresará de su viaje a Sofía, capital de Bulgaria. La cena favorita está lista y los niños no se quieren acostar esperando los inevitables regalos con los cuales el padre hace material su afecto inconmensurable por esos dos hijos que la vida le ha dado para su placer y su realización. De repente, suena el teléfono y todo cambia para la familia de latinoamericanos residentes en la capital checoslovaca. “Ha sido un golpe inesperado –dirá un poco tiempo después Arminda Fúnez de Amaya-Amador y fatal por lo que hoy nos encontramos profundamente apenados. Todos sus anhelos de luchas junto a su pueblo han sido físicamente cortados…”13. El golpe es infinitamente fuerte. Y la mujer –fuerte pero arrinconada por la tragedia en forma tan abrupta- no tiene capacidad de asimilar el golpe. “No puedo pensar, no me parece realidad, su desaparición. ¡Es horrible todo esto! Cuantas veces al entrar en casa percibo de sus pipas tan características de su persona impregnadas de tabaco, y me parece una locura pensar en su desaparición”14. Pero los hechos son fríos y dolorosos. Y la vida tiene que continuar, dice a solas, mientras cubre amorosamente los cuerpos de sus hijos, Aixa y Carlos Raúl inocentemente vencidos por el sueño y el cansancio de la espera15.
A muchos miles de kilómetros de distancia, Longino Becerra, cumple sus tareas habituales. Su horario de trabajo, es extraño; pero lo ha cumplido durante tanto tiempo que ha terminado por acostumbrarse. Comienza sus labores a las 6 de la tarde y las concluye a la una de la mañana del día siguiente. Esa noche, entre los cables que recoge para redactar los textos que pasará a los locutores de la edición internacional lee: “Accidente de aviación de delegados del Partido Comunista de Bulgaria”. Inmediatamente se tranquiliza porque en la lista de fallecidos, no se incluye el de su compatriota. A las 10 de la noche, recibe otro cable en el que se entera que se han identificado algunos cadáveres. A las once de la noche, otro cable se refiere al asunto y en la lista de personas muertas no aparece Ramón Amaya-Amador. A la una de la mañana, concluida su jornada de trabajo, sale para su casa. Al llegar a la calle, compra un jugo de caña –fresca y dulce- y un pan con un huevo en torta, diestramente colocado en el centro. Tengo hambre dice para justificarse. Poco tiempo después, llega a su casa y cansado como está, duerme como un tronco. Al día siguiente, fiel a sus costumbres, antes de ir al urinario a descargar su vejiga, enciende Radio Reloj para escuchar las noticias. Se queda un instante más y de repente su adormillada sensibilidad reacciona cuando escucha referencias al accidente del avión Ylyushing soviético y la lista de los pasajeros. Allí, mencionan, nítidamente, que entre el pasaje accidentado, viajaba Ramón Amaya-Amador. Lo que sigue es turbación y ganas de llorar.
En Tegucigalpa los cables fueron publicados en los periódicos de la tarde del día 26 en forma escueta. Ese día 26, La Prensa se refirió al asunto en los términos siguientes: “El Cable Internacional nos trae la noticia del trágico fallecimiento del compatriota Ramón Amaya-Amador, intelectual cuyo nombre ha sido calificado positivamente por la crítica nacional e internacional por sus novelas de corte social”16. El cable a que se refiere el diario sampedrano es el siguiente: “Viena, 25 (P) Pedro Motta Lima, de Brasil; Alberto Ferraria, de Argentina y Ramón Amaya-Amador de Honduras se encuentran entre las víctimas del avión búlgaro que se estrelló cerca de Bratislava. Un vocero de la Revista Problemas de la Paz y Socialismo en la capital checoslovaca dijo que los tres, más Sigeko Kadzito de Japón eran miembros del personal internacional de la revista. Hubo cuando menos nueve accidentados entre las víctimas, según la información recibida en Praga. El accidente ocurrió el miércoles”.
El diario El Día, en su edición del 26 de noviembre de 1966, publica bajo el título AMAYA-AMADOR MUERE EN ACCIDENTE AÉREO, la nota siguiente: “El cable internacional nos trae la noticia del trágico fallecimiento del compatriota Ramón Amaya-Amador, intelectual cuyo nombre ha sido altamente calificado por la crítica nacional e internacional por sus novelas de corte social. Amaya-Amador, era oriundo de la cívica ciudad de Olanchito, y gran parte de su existencia la pasó en el exilio; primero en Guatemala, Argentina y después en Checoslovaquia, donde se le ofreció la oportunidad de dirigir una revista; en su cuna natal dirigió algunas publicaciones y en Tegucigalpa fue redactor de planta de Diario El Cronista. Sus novelas Prisión Verde, Los Brujos de Ilamatepeque, Constructores, etc. tuvieron siempre la aceptación pública pues fueron escritas pensando en la problemática nacional”17.
En Olanchito, Cruz Pery, especializado en la distribución de los periódicos capitalinos, oyó la noticia en el Diario Matutino y corriendo fue a contárselo a Domingo Urbina. “Mingo”, el entrañable amigo de Amaya-Amador escuchó la noticia y solo pudo decir “¡Carajo, que fatalidad!”, y en forma discreta, empezó a llorar silenciosamente por la muerte del mejor amigo que le había dado la vida. Cuando su esposa Argelia le preguntó que le pasaba, simplemente le dijo: “es que se murió Ramón”. Y siguió llorando silenciosamente.
El 28 de noviembre, el diario EL PUEBLO, vocero de los liberales hondureños, incluyó en primera página “Escritor hondureño muere en un accidente aéreo”. La nota es la siguiente: en un despacho de prensa fechado en Viena, hemos recibido la dolorosa noticia del trágico fallecimiento del escritor hondureño Ramón Amaya-Amador, desde hace muchísimo tiempo radicado en Checoslovaquia. Amaya-Amador fue redactor de El Cronista y autor de varias novelas de circulación universal. En Honduras el Círculo Literario Universitario le dedicó en el año 1958, un sentido homenaje de admiración por su obra literaria que honraba las letras nacionales. Los círculos intelectuales del país, deben testimoniar su pesar por la muerte de Ramón Amaya-Amador, olvidando sus inclinaciones ideológicas y haciendo prevalecer su alto valor como escritor de nota. EL PUEBLO patentiza su sentimiento de pesar por la muerte de este ilustre escritor hondureño18.
Inmediatamente que conoce la noticia, Dionisio Romero Narváez, el entrañable amigo de la infancia y la juventud, se sienta ante la máquina de escribir a redactar el artículo intitulado Ramón Amaya-Amador, “El cable internacional informó que un avión que viajaba de Sofía, Bulgaria a Praga, Checoslovaquia, se estrelló cerca de Bratislava pereciendo las 84 personas que en él viajaban. Entre las víctimas, informa el mismo cable, se encuentra nuestro compatriota el conocido escritor y novelista Ramón Amaya-Amador.
Ramón Amaya-Amador nació en Olanchito, departamento de Yoro el 29 de abril de 1916. Hijo de la virtuosa señora Isabel Amaya y del sacerdote Guillermo Amador cura párroco de la ciudad en aquel entonces y ambos ya difuntos.
La infancia de Amaya-Amador se desenvolvió apegada estrictamente a la devoción y prácticas religiosas. Fue un niño tímido y hasta para la clase de ejercicios físicos constituía un problema para el maestro de la escuela primaria, motivo de burlas picarescas para sus compañeros. Sin embargo, apenas afloró su adolescencia Amaya-Amador se convirtió en un carácter fuerte y en uno de los mejores deportistas que han desfilado por nuestras canchas. Al egresar de la escuela primaria inició estudios de secundaria en La Ceiba, los que no pudo terminar por la estrechez económica de su madre, único amparo que tuvo en su infancia y los primeros años de su juventud.
Fue maestro rural y en algunas ocasiones prestó sus servicios en la escuela de varones urbana de la ciudad de Olanchito.
Desde los inicios de su juventud tenía obsesión por la lectura de buenos libros. Cuando a sus manos llegaba un libro serio no le importaba pasar noches enteras en vela devorando su contenido y haciendo las anotaciones que le interesaban.
Luego comenzó a espigar en las letras públicas. En El Atlántico que todavía dirige su pariente Ángel Moya Posas en La Ceiba, publicó sus primeros artículos, crónicas y comentarios. Por aquella época se inclinaba mucho a la poesía en verso. Escribió varios poemas de corte romántico al principio y quizá en la madurez de su juventud pudo haber escrito otros de fondo social.
Allá por el año 1944 (se equivoca fue en el año de 1943, JRM), en los albores de nuestra juventud, nos iniciamos juntos, formalmente, en el cruel oficio del periodismo. Fundamos en Olanchito el Semanario Alerta, de ocho páginas y con lectura que era un grito de juventud contra la dictadura a nuestro pueblo en aquella época.
En Alerta aparecieron los primeros capítulos de Prisión Verde, la novela de Amaya-Amador más conocida en Honduras y más querida de nuestro pueblo, en cuanto ella no es más que el retrato fiel de la vida de los bananales de nuestra corta norte.
Cuando Amaya-Amador escribió Prisión Verde todavía no se había adentrado en la doctrina marxista ni había viajado más que de Olanchito a La Ceiba. Pero Amaya-Amador había trabajado un tiempo como venenero cargando la manguera y rociando las matas de guineo en el distrito de Coyoles Central de la Standard Fruit Co. en el campo Palo Verde, para ser más precisos. Experimentó en carne propia la tragedia del campeño en aquellos tiempos cuando las conquistas laborales conquistadas posteriormente no eran sino reprimidos anhelos de reivindicación bajo la grosera insolencia de los capataces y el rebenque ensangrentado de los verdugos del gobierno, macabros aspectos de explotación y opresión, que desgraciadamente, han venido insinuando su retorno en la actualidad.
Prisión Verde la escribió Amaya-Amador originalmente en versos a manera de un romance, estilo García Lorca. Un día me trajo un manuscrito para que yo lo leyera y se lo corrigiera. Con una autoridad literaria que yo estaba muy lejos de poseer le dije: “No escribas versos. Tú no sirves para eso. Tus versos son muy malos”. No se molestó por mi juicio y al poco tiempo ya tenía escrita en sencilla y amena prosa la novela, si es que así puede llamarse, que por capítulos se publicó primero en Olanchito, en Alerta, semanario que con él hacíamos desde levantar el tiempo de imprenta.
Recalcamos que cuando Amaya-Amador escribió Prisión Verde no se había adentrado en la doctrina comunista. Los personajes que en ese libro aparecen como las escenas que en él se relatan son reales, arrancados de la misma vida del campeño hondureño y de las injusticias e infamias que sufre nuestro pueblo. Podría mencionar sus nombres de pila a algunos de los protagonistas de Prisión Verde y sin ningún esfuerzo mental cualquiera que esté familiarizando con nuestro ambiente descubre los sucesos verdaderos que pinta Amaya-Amador con el colorido que da vida a una novela que no es novela sino la desnuda realidad sangrante de los trabajadores de los bananales de nuestra costa norte y la historia cruel, escrita con la sangre, con la carne hecha martirio y el alma atormentada de nuestro pueblo.
Golpeando crudamente por las contradicciones antisociales creadas por la dictadura de los 16 años y acicateado por sus ansias de superación, un buen día Amaya-Amador emprende viaje a Guatemala y llegó allá cuando la revolución del Dr. Arévalo estaba en pleno apogeo. Encontró ambiente, estudió más y se abrió paso. Contrató con una casa editora de México la publicación de su novela Prisión Verde en 1950 y desde que esta salió a la luz pública mereció la crítica favorable de grandes intelectuales de todo el continente consagrándola como valor auténtico de las letras americanas. Prisión Verde fue traducida a varios idiomas y hasta una empresa productora de películas de cine entabló negociaciones para llevarla a la pantalla.
En Guatemala Amaya-Amador se dedicó a estudiar, a escribir libros y artículos para periódicos. Allá se entregó a la causa comunista y efectuó un viaje a Pekín. Fue este su primer contacto directo con el mundo comunista. A la caída del régimen de Arbenz Guzmán emigró a la república Argentina, se instaló en Córdoba y allí contrajo matrimonio con la culta dama argentina Arminda Fúnez con la cual procreó varios hijos que hoy posiblemente en Praga, lamentan su trágico desapareciendo.
En tiempos de la Junta de Gobierno Amaya-Amador volvió a Honduras. Trabajó en Diario El Cronista y publicó dos o tres libros más. El Círculo Literario Universitario le rindió un pequeño y significativo homenaje. Vendió la modesta casa que tenía en Olanchito, herencia de su madre, y en los primeros años del gobierno liberal se trasladó a México de donde poco después pasó a los países tras la cortina de hierro fijando su residencia en Praga.
La obra literaria de Amaya-Amador debe ser voluminosa y extensa porque era infatigable para leer y escribir. En Honduras se sabe de Prisión Verde, Los Brujos de Ilamatepeque, Constructores, Amanecer, Destacamento Rojo y quizás otros, pero es seguro que en Praga debe haber publicado otros con un pensamiento más maduro y mejor vigorizado.
Compartimos íntimamente con Amaya-Amador las inquietudes de nuestra adolescencia y primeros años de juventud. Juntos libramos batallas cívicas por la democracia de Honduras y por la reivindicación de los derechos del pueblo. El destino después, puso en pugna nuestras idas y nuestras convicciones políticas, pero nuestros sentimientos se mantuvieron leales al efecto fraterno que nos ligó para siempre. Él se apegó al símbolo de la hoz y el martillo y yo me abracé fervorosamente a la bandera gloriosa que agitó Francisco Morazán.
Ramón Amaya-Amador ha muerto. Nos duele muy hondo su partida definitiva y una angustia tremenda ha estremecido nuestro espíritu. Pero es lo irreparable. “Era una llama al viento y el viento le apagó”, Olanchito, noviembre de 1966”.
Era evidente que ni aún en la muerte, le perdonaban a Amaya-Amador, su militancia política. Incluso su mejor amigo intelectual, Romero Narváez tuvo que recurrir al tono debido para defender al amigo y por cualquier cosa, establecer distancia.19
Si él hubiera podido leer todo lo que se escribió durante su muerte, es posible que se habría reído estrepitosamente e invitado a beber una cerveza. Y ya en la mesa llena de botellas vacías, habría hecho broma por todo lo que había hecho en la vida, los temblores y angustias que le había producido a todos, especialmente a la burguesía como le gustaba decir y con picardía infantil, lamentar apenas que no se hayan dado cuenta, todos, sus amigos y quienes no lo fueron, que se había divertido como el que más haciendo lo mejor que sabía hacer, escribir.
Fuente: Ramón Amaya-Amador, Biografía de un escritor. Editorial Universitario, diciembre 1995, Tegucigalpa, Honduras.
Concluido el Congreso donde los comunistas búlgaros discutieron sus asuntos principales, Ramón Amaya-Amador y sus compañeros de la reacción de la revista Internacional, se prepararon para el regreso a Praga. José Manuel Fortuny, le propuso a Amaya-Amador que viajaran en tren y le dijo que el tiempo que perderían, lo podrían aprovechar conversando, comiendo y tomando algunas cervezas durante el trayecto. Amaya-Amador argumentó que tenía muchas cosas que hacer el día siguiente y que prefería ir a dormir a Praga para levantarse temprano a cumplirlas. El otro insistió. Sin embargo el novelista hondureño le dijo que no. Se dieron la mano como siempre, y cada uno se enfrentó a sus realidades.
Ramón Amaya-Amador, junto a casi un centenar de pasajeros, abordó en la capital búlgara el avión de fabricación soviética que les conduciría a sus destinos. Era el 24 de noviembre de 1966. Le acompañaban varios miembros de la redacción de la revista Internacional, Pedro Motta Lima (brasileño), Alberto Ferraria (argentino) y Sigeho Kadzito (japonés). Además, iban en el mismo vuelo por lo menos, 9 ciudadanos occidentales más. El resto de los pasajeros eran búlgaros o checos que regresaban a sus respectivos hogares o que realizaban fuera de sus residencias habituales, diversas gestiones. Aunque ha caído la noche y el tiempo no es bueno, conversan animadamente mientras el avión carretea sobre la pista brillante por la lluvia.
Unos pocos minutos después, el avión, ya en territorio checoslovaco, se estrella en unas colinas cercanas a la ciudad checa de Bratislava. No hay sobrevivientes. Los cables empiezan a circular. En las redacciones los periodistas se preparan para titular los espacios confiados a su cuidado. En su residencia de Praga, Arminda Fúnez y sus dos hijos Aixa de 9 años y Carlos de 8, esperan tranquilos la hora en que Ramón Amaya-Amador regresará de su viaje a Sofía, capital de Bulgaria. La cena favorita está lista y los niños no se quieren acostar esperando los inevitables regalos con los cuales el padre hace material su afecto inconmensurable por esos dos hijos que la vida le ha dado para su placer y su realización. De repente, suena el teléfono y todo cambia para la familia de latinoamericanos residentes en la capital checoslovaca. “Ha sido un golpe inesperado –dirá un poco tiempo después Arminda Fúnez de Amaya-Amador y fatal por lo que hoy nos encontramos profundamente apenados. Todos sus anhelos de luchas junto a su pueblo han sido físicamente cortados…”13. El golpe es infinitamente fuerte. Y la mujer –fuerte pero arrinconada por la tragedia en forma tan abrupta- no tiene capacidad de asimilar el golpe. “No puedo pensar, no me parece realidad, su desaparición. ¡Es horrible todo esto! Cuantas veces al entrar en casa percibo de sus pipas tan características de su persona impregnadas de tabaco, y me parece una locura pensar en su desaparición”14. Pero los hechos son fríos y dolorosos. Y la vida tiene que continuar, dice a solas, mientras cubre amorosamente los cuerpos de sus hijos, Aixa y Carlos Raúl inocentemente vencidos por el sueño y el cansancio de la espera15.
A muchos miles de kilómetros de distancia, Longino Becerra, cumple sus tareas habituales. Su horario de trabajo, es extraño; pero lo ha cumplido durante tanto tiempo que ha terminado por acostumbrarse. Comienza sus labores a las 6 de la tarde y las concluye a la una de la mañana del día siguiente. Esa noche, entre los cables que recoge para redactar los textos que pasará a los locutores de la edición internacional lee: “Accidente de aviación de delegados del Partido Comunista de Bulgaria”. Inmediatamente se tranquiliza porque en la lista de fallecidos, no se incluye el de su compatriota. A las 10 de la noche, recibe otro cable en el que se entera que se han identificado algunos cadáveres. A las once de la noche, otro cable se refiere al asunto y en la lista de personas muertas no aparece Ramón Amaya-Amador. A la una de la mañana, concluida su jornada de trabajo, sale para su casa. Al llegar a la calle, compra un jugo de caña –fresca y dulce- y un pan con un huevo en torta, diestramente colocado en el centro. Tengo hambre dice para justificarse. Poco tiempo después, llega a su casa y cansado como está, duerme como un tronco. Al día siguiente, fiel a sus costumbres, antes de ir al urinario a descargar su vejiga, enciende Radio Reloj para escuchar las noticias. Se queda un instante más y de repente su adormillada sensibilidad reacciona cuando escucha referencias al accidente del avión Ylyushing soviético y la lista de los pasajeros. Allí, mencionan, nítidamente, que entre el pasaje accidentado, viajaba Ramón Amaya-Amador. Lo que sigue es turbación y ganas de llorar.
En Tegucigalpa los cables fueron publicados en los periódicos de la tarde del día 26 en forma escueta. Ese día 26, La Prensa se refirió al asunto en los términos siguientes: “El Cable Internacional nos trae la noticia del trágico fallecimiento del compatriota Ramón Amaya-Amador, intelectual cuyo nombre ha sido calificado positivamente por la crítica nacional e internacional por sus novelas de corte social”16. El cable a que se refiere el diario sampedrano es el siguiente: “Viena, 25 (P) Pedro Motta Lima, de Brasil; Alberto Ferraria, de Argentina y Ramón Amaya-Amador de Honduras se encuentran entre las víctimas del avión búlgaro que se estrelló cerca de Bratislava. Un vocero de la Revista Problemas de la Paz y Socialismo en la capital checoslovaca dijo que los tres, más Sigeko Kadzito de Japón eran miembros del personal internacional de la revista. Hubo cuando menos nueve accidentados entre las víctimas, según la información recibida en Praga. El accidente ocurrió el miércoles”.
El diario El Día, en su edición del 26 de noviembre de 1966, publica bajo el título AMAYA-AMADOR MUERE EN ACCIDENTE AÉREO, la nota siguiente: “El cable internacional nos trae la noticia del trágico fallecimiento del compatriota Ramón Amaya-Amador, intelectual cuyo nombre ha sido altamente calificado por la crítica nacional e internacional por sus novelas de corte social. Amaya-Amador, era oriundo de la cívica ciudad de Olanchito, y gran parte de su existencia la pasó en el exilio; primero en Guatemala, Argentina y después en Checoslovaquia, donde se le ofreció la oportunidad de dirigir una revista; en su cuna natal dirigió algunas publicaciones y en Tegucigalpa fue redactor de planta de Diario El Cronista. Sus novelas Prisión Verde, Los Brujos de Ilamatepeque, Constructores, etc. tuvieron siempre la aceptación pública pues fueron escritas pensando en la problemática nacional”17.
En Olanchito, Cruz Pery, especializado en la distribución de los periódicos capitalinos, oyó la noticia en el Diario Matutino y corriendo fue a contárselo a Domingo Urbina. “Mingo”, el entrañable amigo de Amaya-Amador escuchó la noticia y solo pudo decir “¡Carajo, que fatalidad!”, y en forma discreta, empezó a llorar silenciosamente por la muerte del mejor amigo que le había dado la vida. Cuando su esposa Argelia le preguntó que le pasaba, simplemente le dijo: “es que se murió Ramón”. Y siguió llorando silenciosamente.
El 28 de noviembre, el diario EL PUEBLO, vocero de los liberales hondureños, incluyó en primera página “Escritor hondureño muere en un accidente aéreo”. La nota es la siguiente: en un despacho de prensa fechado en Viena, hemos recibido la dolorosa noticia del trágico fallecimiento del escritor hondureño Ramón Amaya-Amador, desde hace muchísimo tiempo radicado en Checoslovaquia. Amaya-Amador fue redactor de El Cronista y autor de varias novelas de circulación universal. En Honduras el Círculo Literario Universitario le dedicó en el año 1958, un sentido homenaje de admiración por su obra literaria que honraba las letras nacionales. Los círculos intelectuales del país, deben testimoniar su pesar por la muerte de Ramón Amaya-Amador, olvidando sus inclinaciones ideológicas y haciendo prevalecer su alto valor como escritor de nota. EL PUEBLO patentiza su sentimiento de pesar por la muerte de este ilustre escritor hondureño18.
Inmediatamente que conoce la noticia, Dionisio Romero Narváez, el entrañable amigo de la infancia y la juventud, se sienta ante la máquina de escribir a redactar el artículo intitulado Ramón Amaya-Amador, “El cable internacional informó que un avión que viajaba de Sofía, Bulgaria a Praga, Checoslovaquia, se estrelló cerca de Bratislava pereciendo las 84 personas que en él viajaban. Entre las víctimas, informa el mismo cable, se encuentra nuestro compatriota el conocido escritor y novelista Ramón Amaya-Amador.
Ramón Amaya-Amador nació en Olanchito, departamento de Yoro el 29 de abril de 1916. Hijo de la virtuosa señora Isabel Amaya y del sacerdote Guillermo Amador cura párroco de la ciudad en aquel entonces y ambos ya difuntos.
La infancia de Amaya-Amador se desenvolvió apegada estrictamente a la devoción y prácticas religiosas. Fue un niño tímido y hasta para la clase de ejercicios físicos constituía un problema para el maestro de la escuela primaria, motivo de burlas picarescas para sus compañeros. Sin embargo, apenas afloró su adolescencia Amaya-Amador se convirtió en un carácter fuerte y en uno de los mejores deportistas que han desfilado por nuestras canchas. Al egresar de la escuela primaria inició estudios de secundaria en La Ceiba, los que no pudo terminar por la estrechez económica de su madre, único amparo que tuvo en su infancia y los primeros años de su juventud.
Fue maestro rural y en algunas ocasiones prestó sus servicios en la escuela de varones urbana de la ciudad de Olanchito.
Desde los inicios de su juventud tenía obsesión por la lectura de buenos libros. Cuando a sus manos llegaba un libro serio no le importaba pasar noches enteras en vela devorando su contenido y haciendo las anotaciones que le interesaban.
Luego comenzó a espigar en las letras públicas. En El Atlántico que todavía dirige su pariente Ángel Moya Posas en La Ceiba, publicó sus primeros artículos, crónicas y comentarios. Por aquella época se inclinaba mucho a la poesía en verso. Escribió varios poemas de corte romántico al principio y quizá en la madurez de su juventud pudo haber escrito otros de fondo social.
Allá por el año 1944 (se equivoca fue en el año de 1943, JRM), en los albores de nuestra juventud, nos iniciamos juntos, formalmente, en el cruel oficio del periodismo. Fundamos en Olanchito el Semanario Alerta, de ocho páginas y con lectura que era un grito de juventud contra la dictadura a nuestro pueblo en aquella época.
En Alerta aparecieron los primeros capítulos de Prisión Verde, la novela de Amaya-Amador más conocida en Honduras y más querida de nuestro pueblo, en cuanto ella no es más que el retrato fiel de la vida de los bananales de nuestra corta norte.
Cuando Amaya-Amador escribió Prisión Verde todavía no se había adentrado en la doctrina marxista ni había viajado más que de Olanchito a La Ceiba. Pero Amaya-Amador había trabajado un tiempo como venenero cargando la manguera y rociando las matas de guineo en el distrito de Coyoles Central de la Standard Fruit Co. en el campo Palo Verde, para ser más precisos. Experimentó en carne propia la tragedia del campeño en aquellos tiempos cuando las conquistas laborales conquistadas posteriormente no eran sino reprimidos anhelos de reivindicación bajo la grosera insolencia de los capataces y el rebenque ensangrentado de los verdugos del gobierno, macabros aspectos de explotación y opresión, que desgraciadamente, han venido insinuando su retorno en la actualidad.
Prisión Verde la escribió Amaya-Amador originalmente en versos a manera de un romance, estilo García Lorca. Un día me trajo un manuscrito para que yo lo leyera y se lo corrigiera. Con una autoridad literaria que yo estaba muy lejos de poseer le dije: “No escribas versos. Tú no sirves para eso. Tus versos son muy malos”. No se molestó por mi juicio y al poco tiempo ya tenía escrita en sencilla y amena prosa la novela, si es que así puede llamarse, que por capítulos se publicó primero en Olanchito, en Alerta, semanario que con él hacíamos desde levantar el tiempo de imprenta.
Recalcamos que cuando Amaya-Amador escribió Prisión Verde no se había adentrado en la doctrina comunista. Los personajes que en ese libro aparecen como las escenas que en él se relatan son reales, arrancados de la misma vida del campeño hondureño y de las injusticias e infamias que sufre nuestro pueblo. Podría mencionar sus nombres de pila a algunos de los protagonistas de Prisión Verde y sin ningún esfuerzo mental cualquiera que esté familiarizando con nuestro ambiente descubre los sucesos verdaderos que pinta Amaya-Amador con el colorido que da vida a una novela que no es novela sino la desnuda realidad sangrante de los trabajadores de los bananales de nuestra costa norte y la historia cruel, escrita con la sangre, con la carne hecha martirio y el alma atormentada de nuestro pueblo.
Golpeando crudamente por las contradicciones antisociales creadas por la dictadura de los 16 años y acicateado por sus ansias de superación, un buen día Amaya-Amador emprende viaje a Guatemala y llegó allá cuando la revolución del Dr. Arévalo estaba en pleno apogeo. Encontró ambiente, estudió más y se abrió paso. Contrató con una casa editora de México la publicación de su novela Prisión Verde en 1950 y desde que esta salió a la luz pública mereció la crítica favorable de grandes intelectuales de todo el continente consagrándola como valor auténtico de las letras americanas. Prisión Verde fue traducida a varios idiomas y hasta una empresa productora de películas de cine entabló negociaciones para llevarla a la pantalla.
En Guatemala Amaya-Amador se dedicó a estudiar, a escribir libros y artículos para periódicos. Allá se entregó a la causa comunista y efectuó un viaje a Pekín. Fue este su primer contacto directo con el mundo comunista. A la caída del régimen de Arbenz Guzmán emigró a la república Argentina, se instaló en Córdoba y allí contrajo matrimonio con la culta dama argentina Arminda Fúnez con la cual procreó varios hijos que hoy posiblemente en Praga, lamentan su trágico desapareciendo.
En tiempos de la Junta de Gobierno Amaya-Amador volvió a Honduras. Trabajó en Diario El Cronista y publicó dos o tres libros más. El Círculo Literario Universitario le rindió un pequeño y significativo homenaje. Vendió la modesta casa que tenía en Olanchito, herencia de su madre, y en los primeros años del gobierno liberal se trasladó a México de donde poco después pasó a los países tras la cortina de hierro fijando su residencia en Praga.
La obra literaria de Amaya-Amador debe ser voluminosa y extensa porque era infatigable para leer y escribir. En Honduras se sabe de Prisión Verde, Los Brujos de Ilamatepeque, Constructores, Amanecer, Destacamento Rojo y quizás otros, pero es seguro que en Praga debe haber publicado otros con un pensamiento más maduro y mejor vigorizado.
Compartimos íntimamente con Amaya-Amador las inquietudes de nuestra adolescencia y primeros años de juventud. Juntos libramos batallas cívicas por la democracia de Honduras y por la reivindicación de los derechos del pueblo. El destino después, puso en pugna nuestras idas y nuestras convicciones políticas, pero nuestros sentimientos se mantuvieron leales al efecto fraterno que nos ligó para siempre. Él se apegó al símbolo de la hoz y el martillo y yo me abracé fervorosamente a la bandera gloriosa que agitó Francisco Morazán.
Ramón Amaya-Amador ha muerto. Nos duele muy hondo su partida definitiva y una angustia tremenda ha estremecido nuestro espíritu. Pero es lo irreparable. “Era una llama al viento y el viento le apagó”, Olanchito, noviembre de 1966”.
Era evidente que ni aún en la muerte, le perdonaban a Amaya-Amador, su militancia política. Incluso su mejor amigo intelectual, Romero Narváez tuvo que recurrir al tono debido para defender al amigo y por cualquier cosa, establecer distancia.19
Si él hubiera podido leer todo lo que se escribió durante su muerte, es posible que se habría reído estrepitosamente e invitado a beber una cerveza. Y ya en la mesa llena de botellas vacías, habría hecho broma por todo lo que había hecho en la vida, los temblores y angustias que le había producido a todos, especialmente a la burguesía como le gustaba decir y con picardía infantil, lamentar apenas que no se hayan dado cuenta, todos, sus amigos y quienes no lo fueron, que se había divertido como el que más haciendo lo mejor que sabía hacer, escribir.
Fuente: Ramón Amaya-Amador, Biografía de un escritor. Editorial Universitario, diciembre 1995, Tegucigalpa, Honduras.
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11 de noviembre de 2015
100 Aniversario del Himno Nacional de Honduras
Se cumplen en este 2015 los cien años del Himno Nacional de Honduras y muy poca o casi nada de actividad cívica se ha emprendido para conmemorar la centuria del canto patrio.
Cuando lo entonamos o lo escuchamos, con reverencia patriótica, asociamos de inmediato lo que nos enseñaron en la escuela y estudiamos en el colegio, sobre los autores del Himno Nacional que desde 1915 constituye junto a la Bandera y el Escudo, una de las más grandes expresiones de nuestra nacionalidad.
La letra, una portentosa creación de uno de los más brillantes literatos de nuestra Honduras, no solo es un canto a la Bandera sino una descripción histórica de un país que por tres siglos soportó la dominación, de la hazaña de nuestro representativo defensor de la soberanía, el valiente lempira (foto 2) y de los anhelos de libertad ejemplarizados por la Francia inmortal.
Augusto Constantino Coello Estévez (foto 3), abogado, ensayista, historiador, diplomático, poeta y periodista, nació en Tegucigalpa en 1883, su primaria y el bachillerato los realizó en el colegio eclesiástico de Monseñor Ernesto Fiallos y sus estudios en Ciencias Jurídicas y Sociales en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.
Siendo muy joven demostró su pasión por las letras y comenzó a destacarse como ciudadano al servicio de la patria, cuando apenas contaba con 20 años de edad, al desempeñarse como viceministro de Relaciones Exteriores en 1903, durante el gobierno del general Manuel Bonilla Chirinos.
Augusto C. Coello, un genio de las letras, ganó el concurso entre varios literatos para escribir un poema que sirviera de letra al Himno hondureño, que se oficializó al emitirse el Decreto 42, de fecha 15 de noviembre de 1915, en la administración de su buen amigo el Dr. Alberto Membreño Márquez.
Coello Estévez fue diputado por Intibucá, gobernador en La Ceiba, Secretario de Relaciones Exteriores en el gobierno del Dr. Miguel Paz Baraona, delegado por Honduras a la Conferencia Internacional Americana, celebrada en Montevideo, y miembro de la Comisión de Límites en 1923.
Por cuestiones políticas siendo seguidor del Gral. Bonilla, experimentó el exilio y tuvo que viajar a Costa Rica y El Salvador, donde ejerció el periodismo dejando una estela de prestigio en esas dos naciones centroamericanas.
El inspirado poeta contrajo nupcias en 1911 en Costa Rica, con Joselina Castillo, y retornó a su patria en 1912, desempeñándose como secretario privado del presidente Bonilla e igual cargo en el gobierno del Dr. Francisco Bertrand.
En 1937 escribió un bello poema dedicado a la juventud de su país, que titulo “La Primavera Triunfal”, que años después con música del maestro Rafael Coello Ramos se adoptó como el himno del Instituto Central de Varones.
Coello Estévez falleció en la ciudad de San Salvador en 1941, pero sus restos mortales fueron trasladados a su ciudad natal y descansan en una de esas tumbas olvidadas del Cementerio General de Tegucigalpa.
Carlos Hartling Wilhemine (foto 4), nació en Turingia, Alemania, en 1869 y por sus aptitudes artísticas su padre Jorge Federico le facilitó sus estudios musicales en el Conservatorio de Weimar, y posteriormente en el Colegio de Música de Munich.
En el año de 1896, el presidente de Honduras Dr. Policarpo Bonilla Vásquez decidió formar una Banda Militar (foto 5), predecesora de la Banda de los Supremos Poderes, contactándose con el jefe de la Legación Alemana en Tegucigalpa para contratar a un músico germano que la dirigiera, y que sirviera clases de música y canto a jóvenes hondureños.
Recomendado por el gobierno alemán, se contrató al joven músico que apenas contaba con 27 años, a quien se le pagaron los gastos del traslado por la vía marítima y se le dieron las facilidades para instalarlo en la ciudad capital.
Hartling era un apuesto soltero con un espeso mostacho estilo prusiano que desde su llegada atrajo la mirada de las muchachas casaderas de la ciudad. Asistiendo a reuniones de la sociedad tegucigalpense, sus ojos se posaron en una delicada damita que se destacaba en la sociedad como una exquisita pianista.
Guadalupe Ferrari Guardiola, nieta del general José Santos Guardiola, malogrado presidente de Honduras en 1866, cautivó al músico teutón y contrajo nupcias en Tegucigalpa en 1903, procreando dos bellas hijas, Alicia y Enriqueta Hartling Ferrari (foto 6).
Cuando lo entonamos o lo escuchamos, con reverencia patriótica, asociamos de inmediato lo que nos enseñaron en la escuela y estudiamos en el colegio, sobre los autores del Himno Nacional que desde 1915 constituye junto a la Bandera y el Escudo, una de las más grandes expresiones de nuestra nacionalidad.
La letra, una portentosa creación de uno de los más brillantes literatos de nuestra Honduras, no solo es un canto a la Bandera sino una descripción histórica de un país que por tres siglos soportó la dominación, de la hazaña de nuestro representativo defensor de la soberanía, el valiente lempira (foto 2) y de los anhelos de libertad ejemplarizados por la Francia inmortal.
Augusto C. Coello |
Siendo muy joven demostró su pasión por las letras y comenzó a destacarse como ciudadano al servicio de la patria, cuando apenas contaba con 20 años de edad, al desempeñarse como viceministro de Relaciones Exteriores en 1903, durante el gobierno del general Manuel Bonilla Chirinos.
Augusto C. Coello, un genio de las letras, ganó el concurso entre varios literatos para escribir un poema que sirviera de letra al Himno hondureño, que se oficializó al emitirse el Decreto 42, de fecha 15 de noviembre de 1915, en la administración de su buen amigo el Dr. Alberto Membreño Márquez.
Coello Estévez fue diputado por Intibucá, gobernador en La Ceiba, Secretario de Relaciones Exteriores en el gobierno del Dr. Miguel Paz Baraona, delegado por Honduras a la Conferencia Internacional Americana, celebrada en Montevideo, y miembro de la Comisión de Límites en 1923.
Por cuestiones políticas siendo seguidor del Gral. Bonilla, experimentó el exilio y tuvo que viajar a Costa Rica y El Salvador, donde ejerció el periodismo dejando una estela de prestigio en esas dos naciones centroamericanas.
El inspirado poeta contrajo nupcias en 1911 en Costa Rica, con Joselina Castillo, y retornó a su patria en 1912, desempeñándose como secretario privado del presidente Bonilla e igual cargo en el gobierno del Dr. Francisco Bertrand.
En 1937 escribió un bello poema dedicado a la juventud de su país, que titulo “La Primavera Triunfal”, que años después con música del maestro Rafael Coello Ramos se adoptó como el himno del Instituto Central de Varones.
Coello Estévez falleció en la ciudad de San Salvador en 1941, pero sus restos mortales fueron trasladados a su ciudad natal y descansan en una de esas tumbas olvidadas del Cementerio General de Tegucigalpa.
Carlos Hartling Wilhemine (foto 4), nació en Turingia, Alemania, en 1869 y por sus aptitudes artísticas su padre Jorge Federico le facilitó sus estudios musicales en el Conservatorio de Weimar, y posteriormente en el Colegio de Música de Munich.
En el año de 1896, el presidente de Honduras Dr. Policarpo Bonilla Vásquez decidió formar una Banda Militar (foto 5), predecesora de la Banda de los Supremos Poderes, contactándose con el jefe de la Legación Alemana en Tegucigalpa para contratar a un músico germano que la dirigiera, y que sirviera clases de música y canto a jóvenes hondureños.
Recomendado por el gobierno alemán, se contrató al joven músico que apenas contaba con 27 años, a quien se le pagaron los gastos del traslado por la vía marítima y se le dieron las facilidades para instalarlo en la ciudad capital.
Hartling era un apuesto soltero con un espeso mostacho estilo prusiano que desde su llegada atrajo la mirada de las muchachas casaderas de la ciudad. Asistiendo a reuniones de la sociedad tegucigalpense, sus ojos se posaron en una delicada damita que se destacaba en la sociedad como una exquisita pianista.
Guadalupe Ferrari Guardiola, nieta del general José Santos Guardiola, malogrado presidente de Honduras en 1866, cautivó al músico teutón y contrajo nupcias en Tegucigalpa en 1903, procreando dos bellas hijas, Alicia y Enriqueta Hartling Ferrari (foto 6).
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9 de octubre de 2015
Acta oficial de la fundacion de Trujillo Honduras
El Presidente del Parlamento Centroamericano, Honorable Diputado Armando Bardales, hizo entrega del Acta Oficial de la Ciudad de Trujillo, al Alcalde Municipal, Señor José Antonio Laínez, en la localidad donde el Almirante Cristóbal Colón, desembarcó el 14 de agosto de 1502, durante su cuarto y último viaje a América Central y que por la profundidad de sus aguas lo llamó Golfo de Honduras y que será sede del II Foro Centroamericano de Ciudades Puerto, organizado por el Parlamento Centroamericano, el 25 de octubre 2015.
En el acto estuvieron presentes, los Honorables Diputados integrantes de la Junta Directiva: Vicepresidente por el Estado de Panamá, Cirilo Salas Lemos, y los Secretarios: Vinicio Herrera, Hermes Flores, Luis Sarantes y Gilberto Succari, acompañados por el Secretario de Gabinete, Doctor Napoleón Campos; la Secretaria de Junta Directiva Beatriz Herrera; el Secretario de Finanzas, Darío Marchorro y el Director Administrativo de la Subsede en Honduras, Licenciado Raúl Godoy.
El Presidente Armando Bardales, expresó su satisfacción al entregar a la Ciudad de Trujillo, el Acta Oficial de su fundación, la cual fue descubierta por pesquisas oficiales en archivos históricos de España por parte del PARLACEN, en respuesta a la petición directa que le hiciera el Alcalde Municipal, José Antonio Laínez.
A su vez, e Presidente Armando Bardales, destacó que por la relevancia histórica y geográfica la Ciudad, ha sido considerada por el Parlamento Centroamericano como sede del II Foro Centroamericano de Ciudades Puertos.
El Primer Foro de Ciudad Puerto se realizó en octubre 2013 en La Unión, El Salvador en donde se aprobó un amplio programa de acción para que el Golfo de Fonseca sea un trifinio de paz y desarrollo y las ciudades del litoral centroamericano impulsen el desarrollo conjunto a través de megaproyectos de infraestructura.
Por su parte, el Alcalde Laínez, manifestó su complacencia al contar con la Delegación Oficial del PARLACEN, así como por la entrega del Acta Oficial de la fundación de la Ciudad, así como por la relevancia que se hace en ella, para respaldar sus acciones ante organismos de cooperación, ya que la imagen del acta original del 18 de mayo de 1525, contempla los detalles de lo que inicialmente fue la “villa” de Trujillo fundada en presencia de Juan de Medina, quien fungiría como Alcalde, siguiendo las órdenes de Francisco de las Casas.
En el acto estuvieron presentes, los Honorables Diputados integrantes de la Junta Directiva: Vicepresidente por el Estado de Panamá, Cirilo Salas Lemos, y los Secretarios: Vinicio Herrera, Hermes Flores, Luis Sarantes y Gilberto Succari, acompañados por el Secretario de Gabinete, Doctor Napoleón Campos; la Secretaria de Junta Directiva Beatriz Herrera; el Secretario de Finanzas, Darío Marchorro y el Director Administrativo de la Subsede en Honduras, Licenciado Raúl Godoy.
El Presidente Armando Bardales, expresó su satisfacción al entregar a la Ciudad de Trujillo, el Acta Oficial de su fundación, la cual fue descubierta por pesquisas oficiales en archivos históricos de España por parte del PARLACEN, en respuesta a la petición directa que le hiciera el Alcalde Municipal, José Antonio Laínez.
A su vez, e Presidente Armando Bardales, destacó que por la relevancia histórica y geográfica la Ciudad, ha sido considerada por el Parlamento Centroamericano como sede del II Foro Centroamericano de Ciudades Puertos.
El Primer Foro de Ciudad Puerto se realizó en octubre 2013 en La Unión, El Salvador en donde se aprobó un amplio programa de acción para que el Golfo de Fonseca sea un trifinio de paz y desarrollo y las ciudades del litoral centroamericano impulsen el desarrollo conjunto a través de megaproyectos de infraestructura.
Por su parte, el Alcalde Laínez, manifestó su complacencia al contar con la Delegación Oficial del PARLACEN, así como por la entrega del Acta Oficial de la fundación de la Ciudad, así como por la relevancia que se hace en ella, para respaldar sus acciones ante organismos de cooperación, ya que la imagen del acta original del 18 de mayo de 1525, contempla los detalles de lo que inicialmente fue la “villa” de Trujillo fundada en presencia de Juan de Medina, quien fungiría como Alcalde, siguiendo las órdenes de Francisco de las Casas.
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26 de septiembre de 2015
Centenario del Teatro Manuel Bonilla
El emblemático Teatro Manuel Bonilla, ícono del arte y la cultura en Honduras, festeja sus 100 años de existencia este mes.
Este recinto cultural fue creado en 1915 y fue el sueño de un grupo de intelectuales de aquella época como Rómulo Ernesto Durón, Floylán Turcios y Augusto C. Coello, entre otros amantes de las letras.
Este año su estructura sufrió una remoción en conmemoración de su centenario. Se realizaron trabajos de pintura general y cambio de alfombras, entre otros.
Todo esto para poder mantener la belleza arquitectónica. Con motivo de su 100 aniversario se han hecho diversas presentaciones artísticas y culturales. Estas actividades comenzaron en octubre de 2014 y finalizaron el 16 de septiembre. Hubo presentaciones de danza, conciertos, obras de teatro y se finalizó con la Orquesta Juvenil Centroamericana y del Caribe.
La iniciativa surgió a propuesta de intelectuales jóvenes con motivo de festejar los 300 años de la obra El Quijote de la Mancha de Miguel Cervantes y Saavedra, cuando solicitaron al presidente de ese entonces Manuel Bonilla la construcción de un teatro nacional.
Inicialmente plantearon la emisión de un decreto para la construcción de un coliseo que llevara el nombre Teatro Cervantes, en el cual los capitalinos pudieran disfrutar de obras teatrales, opera y danza a la europea.
El decreto de construcción se emitió el 4 de abril de 1905, y el 5 de mayo de ese mismo año se colocó la primera piedra. Al inicio se había planeado levantar el edificio en el campo La Isla, a la orilla del río Choluteca, pero posteriormente se pensó edificarlo en un mejor lugar y se decidió hacerlo en el sitio en el que hoy se encuentra, frente al parque Dionisio de Herrera en el barrio Abajo.
Se inauguró con un baile de gala el 15 de septiembre de 1915, durante el período presidencial de Francisco Bertrand, quien apoyó su terminación dos años después de la muerte del expresidente Manuel Bonilla.
El diseño del edificio estuvo a cargo del ingeniero francés M. Surgueois. Su interior está basado en el teatro Athénee Comique de París y su construcción estuvo a cargo del español Cristóbal Prats, mientras de la pintura se encargó el hondureño Carlos Zúniga.
El teatro esta conformado por varios salones: platea, palco, galería, foyer y vestíbulos.
Cada salón tiene motivos de paisajes hondureños, con medallones laterales en palco. Toda su decoración tiene diseño renacentista y el edificio en su conjunto es un espectáculo a la vista.
Desde su fundación se le han realizado varias restauraciones, la primera en los años treinta, cuando se cambió la fachada, quitándole las columnas que le dieron por muchos años una gran elegancia al inmueble.
Posteriormente se hicieron otros cambios como la del 25 de mayo de 1989, cuya restauración fue impulsada por las esposas de funcionarios del Poder Ejecutivo. Luego se le hicieron otras mejoras en 2003, 2007 y la última este año.
Fuente : Diario La Prensa
Este recinto cultural fue creado en 1915 y fue el sueño de un grupo de intelectuales de aquella época como Rómulo Ernesto Durón, Floylán Turcios y Augusto C. Coello, entre otros amantes de las letras.
Este año su estructura sufrió una remoción en conmemoración de su centenario. Se realizaron trabajos de pintura general y cambio de alfombras, entre otros.
Todo esto para poder mantener la belleza arquitectónica. Con motivo de su 100 aniversario se han hecho diversas presentaciones artísticas y culturales. Estas actividades comenzaron en octubre de 2014 y finalizaron el 16 de septiembre. Hubo presentaciones de danza, conciertos, obras de teatro y se finalizó con la Orquesta Juvenil Centroamericana y del Caribe.
La iniciativa surgió a propuesta de intelectuales jóvenes con motivo de festejar los 300 años de la obra El Quijote de la Mancha de Miguel Cervantes y Saavedra, cuando solicitaron al presidente de ese entonces Manuel Bonilla la construcción de un teatro nacional.
Inicialmente plantearon la emisión de un decreto para la construcción de un coliseo que llevara el nombre Teatro Cervantes, en el cual los capitalinos pudieran disfrutar de obras teatrales, opera y danza a la europea.
El decreto de construcción se emitió el 4 de abril de 1905, y el 5 de mayo de ese mismo año se colocó la primera piedra. Al inicio se había planeado levantar el edificio en el campo La Isla, a la orilla del río Choluteca, pero posteriormente se pensó edificarlo en un mejor lugar y se decidió hacerlo en el sitio en el que hoy se encuentra, frente al parque Dionisio de Herrera en el barrio Abajo.
Se inauguró con un baile de gala el 15 de septiembre de 1915, durante el período presidencial de Francisco Bertrand, quien apoyó su terminación dos años después de la muerte del expresidente Manuel Bonilla.
El diseño del edificio estuvo a cargo del ingeniero francés M. Surgueois. Su interior está basado en el teatro Athénee Comique de París y su construcción estuvo a cargo del español Cristóbal Prats, mientras de la pintura se encargó el hondureño Carlos Zúniga.
El teatro esta conformado por varios salones: platea, palco, galería, foyer y vestíbulos.
Cada salón tiene motivos de paisajes hondureños, con medallones laterales en palco. Toda su decoración tiene diseño renacentista y el edificio en su conjunto es un espectáculo a la vista.
Desde su fundación se le han realizado varias restauraciones, la primera en los años treinta, cuando se cambió la fachada, quitándole las columnas que le dieron por muchos años una gran elegancia al inmueble.
Posteriormente se hicieron otros cambios como la del 25 de mayo de 1989, cuya restauración fue impulsada por las esposas de funcionarios del Poder Ejecutivo. Luego se le hicieron otras mejoras en 2003, 2007 y la última este año.
Fuente : Diario La Prensa
14 de agosto de 2015
Tolupanes: la lucha de un pueblo de 5.000 años al borde de la extinción
Familia tolupán de Victoria, Yoro. Foto: Nery Tejada / FUNACH / Ayuda en Acción |
El 9 de agosto se conmemora el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, que este año alerta sobre la necesidad de mejorar la salud de los pueblos indígenas
Nos acercamos a uno de los pueblos indígenas más antiguos, desconocidos y amenazados de América Latina, los tolupanes de Honduras
Ayuda en Acción trabaja desde 2003 en esta zona de Honduras por superar la vulnerabilidad de las comunidades tolupanes, con indicadores de pobreza, desnutrición y carencia de servicios básicos muy superiores a la media del país
En la Resolución de Naciones Unidas que estableció el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, se afirma que el desarrollo de estas poblaciones contribuiría al adelanto socioeconómico, cultural y ambiental de todos los países del mundo. Pero en algunos casos, como el del pueblo tolupán, el desarrollo de la población es, más que cualquier otra cosa, una cuestión de supervivencia de su identidad colectiva. Con una población total de unas 20.000 personas de etnia tolupán en Honduras -se agrupan en unas 30 tribus, distribuidas en siete municipios, la mayoría en el Departamento de Yoro-, sólo entre el 2 y el 4% (400-800 personas), hablan su lengua originaria, el tol, y mantienen sus costumbres ancestrales. Esto hace que su idioma se considere en riesgo crítico de extinción por la UNESCO en su Atlas de lenguas en peligro.
La muerte de este idioma sería una pérdida irreparable para Honduras, ya que pondría al pueblo de mayor antigüedad de los que habitan actualmente el país, un pueblo anterior al maya y con una historia que algunos antropólogos y lingüistas sitúan en 5.000 años, al borde de la aculturación total.
La mayoría de las personas que conservan su lengua y costumbres habitan en la zona conocida como la Montaña de la Flor, en el Departamento de Francisco Morazán, lugar al que llegaron a mediados del siglo XIX huyendo de los trabajos forzosos a que eran sometidos por el gobernador de Yoro. Según relata Ramón D. Rivas en su “Pueblos indígenas y garífuna de Honduras”, este grupo, originado con tan solo tres parejas, se organiza actualmente en cinco tribus y tienen un pequeño territorio a título de reserva perpetua. Su peculiar historia y las condiciones de vida en las que se encuentran han sido mostradas en documentales como “Los Hijos de Toman”.
Aunque la mayoría de los tolupanes hayan perdido su lengua y buena parte de sus costumbres, continúan manteniendo su sentimiento de pertenencia al grupo, su forma tradicional de asentamiento semipermanente y con viviendas dispersas, y una estructura organizativa tribal. Este es el caso de tribu de Las Vegas de Tepemechín, que habita en el municipio de Victoria, Departamento de Yoro, una zona en la que Ayuda en Acción viene trabajando desde hace más de diez años. Tomás Cruz Murillo es en la actualidad el Presidente del Consejo de la Tribu, el órgano que rige las diferentes comunidades que pertenecen a la tribu. Podría sorprender que a su edad, 28 años, haya conseguido un puesto tan relevante en su comunidad, pero este profesor de educación intercultural se ha ganado el respeto de las diferentes tribus por sus valiosas capacidades.
La mayoría de las personas que conservan su lengua y costumbres habitan en la zona conocida como la Montaña de la Flor, en el Departamento de Francisco Morazán, lugar al que llegaron a mediados del siglo XIX huyendo de los trabajos forzosos a que eran sometidos por el gobernador de Yoro. Según relata Ramón D. Rivas en su “Pueblos indígenas y garífuna de Honduras”, este grupo, originado con tan solo tres parejas, se organiza actualmente en cinco tribus y tienen un pequeño territorio a título de reserva perpetua. Su peculiar historia y las condiciones de vida en las que se encuentran han sido mostradas en documentales como “Los Hijos de Toman”.
Aunque la mayoría de los tolupanes hayan perdido su lengua y buena parte de sus costumbres, continúan manteniendo su sentimiento de pertenencia al grupo, su forma tradicional de asentamiento semipermanente y con viviendas dispersas, y una estructura organizativa tribal. Este es el caso de tribu de Las Vegas de Tepemechín, que habita en el municipio de Victoria, Departamento de Yoro, una zona en la que Ayuda en Acción viene trabajando desde hace más de diez años. Tomás Cruz Murillo es en la actualidad el Presidente del Consejo de la Tribu, el órgano que rige las diferentes comunidades que pertenecen a la tribu. Podría sorprender que a su edad, 28 años, haya conseguido un puesto tan relevante en su comunidad, pero este profesor de educación intercultural se ha ganado el respeto de las diferentes tribus por sus valiosas capacidades.
Su caso es un ejemplo de que vale la pena invertir en la formación de los y las jóvenes. Además él es la única persona de la tribu que habla el tol, y se muestra partidario de que las tribus tolupanes de Yoro reivindiquen no sólo su lengua, también sus costumbres, su cosmovisión y su manera de ver la realidad y el entorno. Una prueba de la apuesta por el rescate de su cultura es el proceso de formación de docentes que se está produciendo en la tribu, para extender el aprendizaje de la lengua tol. Es el caso de Sindy Elvir, una joven maestra de primaria que aprende el idioma y lo comparte con sus alumnos.
Extractos de un articulo publicado en www.eldiario.es
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6 de agosto de 2015
El ultimo aguilucho del 69
Este corsario era en realidad piloteado por el coronel hondureño Fernando Soto en el conflicto contra El Salvador en 1969. En realidad hay un montón de historia con este avión . Se dijo que el 17 de julio 1969 Soto fue capaz de derribar 3 aviones enemigo durante la pelea. 2 eran también Corsarios y un P- 51 Mustang. Por cierto , esto fue todo en un día !!
Entonces, ¿dónde está este avion exactamente? En realidad siendo restaurado en el Museo del aire Honduras y se considera realmente un tesoro nacional . El corsario sirvió en una serie de conflictos armados en todo el mundo , incluso después de la Segunda Guerra Mundial .
Así que perfeccione sus oídos en este Pratt y Whitney R 2800 32w con 18 cilindros. Escuche que supercargador ! Suba el volumen por favor, y gracias.
Esta es el último Corsair para luchar otro avión de apoyo, combate aire- aire, y salió victorioso !!
Entonces, ¿dónde está este avion exactamente? En realidad siendo restaurado en el Museo del aire Honduras y se considera realmente un tesoro nacional . El corsario sirvió en una serie de conflictos armados en todo el mundo , incluso después de la Segunda Guerra Mundial .
Así que perfeccione sus oídos en este Pratt y Whitney R 2800 32w con 18 cilindros. Escuche que supercargador ! Suba el volumen por favor, y gracias.
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22 de julio de 2015
Origen de los hipocorísticos Catrachos,Guanacos y Chapines
Por Antonio Mosquera Aguilar (Guatemalteco)
Los hondureños recibieron su gracioso apodo gentilicio por parte de los guatemaltecos durante la guerra centroamericana contra los filibusteros, de 1856 a 1857.Se trató de una corrupción del apellido del comandante del ejército de Honduras que acudía en defensa de la patria centroamericana. De la misma manera, en la camaradería formada en esa guerra, también se bautizó a los salvadoreños con el hipocorístico de Guanaco.
Los hondureños recibieron el apelativo de Catrachos porque eran dirigidos por el general Florencio Xatruch. Por comodidad o por juego, en vez de exclamar: “vienen los Xatruches”, se terminó diciendo: “vienen los Catrachos”.
Como se sabe, la costumbre de cambiar nombres es corriente entre los hablantes de castellano. En vez de decir Bruges o Brugge, se dice Brujas para nombrar una ciudad en Bélgica. En lugar de München se dice Múnich, para la capital de Baviera, y así, en muchos casos. Por lo tanto, los hondureños quedaron identificados como Catrachos.
Por su parte, también en dicha guerra, los salvadoreños fueron identificados con un sobrenombre muy llamativo. Algunos creen que se trataba de relacionarlos con el Guanaco, un camélido de Sudamérica. Tal situación es imposible, pues los campesinos guatemaltecos que formaban la tropa desconocían ese extremo. Todo resultó de la costumbre salvadoreña de parlamentar.
En efecto, entre los diversos contingentes centroamericanos que luchaban contra el filibustero norteamericano William Walker, el contingente militar salvadoreño era partidario de una coordinación estrecha para la defensa de la soberanía. Se debe llamar la atención que existía la costumbre muy extendida en el campo de que las juntas de vecinos, por conveniencia, debían realizarse a la sombra. Nada mejor que bajo un guanacaste; ahora, en nuestros países, se conoce preferentemente como conacaste.
Pues bien, los salvadoreños llamaban a reuniones de coordinación entre los diversos contingentes del ejército centroamericano a la sombra de los guanacastes. De donde cuando se acercaban a la tropa guatemalteca, se sabía que seguramente convocaban a una junta bajo el albergue refrescante de aquel árbol. En consecuencia, los guatemaltecos los llamaron Guanacos, porque vivían a la sombra del guanacaste.
Pocos saben que los apelativos de Catrachos y Guanacos se acuñaron en aquella gesta. Estos no son gentilicios, sino hipocorísticos. Como se indica, se trata de un reconocimiento fraternal entre camaradas. Son los tratos entre familia, entre hermanos.
Por su parte, también en dicha guerra, los salvadoreños fueron identificados con un sobrenombre muy llamativo. Algunos creen que se trataba de relacionarlos con el Guanaco, un camélido de Sudamérica. Tal situación es imposible, pues los campesinos guatemaltecos que formaban la tropa desconocían ese extremo. Todo resultó de la costumbre salvadoreña de parlamentar.
En efecto, entre los diversos contingentes centroamericanos que luchaban contra el filibustero norteamericano William Walker, el contingente militar salvadoreño era partidario de una coordinación estrecha para la defensa de la soberanía. Se debe llamar la atención que existía la costumbre muy extendida en el campo de que las juntas de vecinos, por conveniencia, debían realizarse a la sombra. Nada mejor que bajo un guanacaste; ahora, en nuestros países, se conoce preferentemente como conacaste.
Pues bien, los salvadoreños llamaban a reuniones de coordinación entre los diversos contingentes del ejército centroamericano a la sombra de los guanacastes. De donde cuando se acercaban a la tropa guatemalteca, se sabía que seguramente convocaban a una junta bajo el albergue refrescante de aquel árbol. En consecuencia, los guatemaltecos los llamaron Guanacos, porque vivían a la sombra del guanacaste.
Pocos saben que los apelativos de Catrachos y Guanacos se acuñaron en aquella gesta. Estos no son gentilicios, sino hipocorísticos. Como se indica, se trata de un reconocimiento fraternal entre camaradas. Son los tratos entre familia, entre hermanos.
Y los ‘Chapines’?
La palabra chapín es de origen vasco y proviene de “txapin” que significa: zapatilla o escarpín. En el siglo XIV se puso de moda en España un zapato de plataforma que se llamaban “chapines”.
En la época de la Colonia el Reino de Guatemala comprendía desde el sur de México hasta Costa Rica y los habitantes de la capital de Guatemala empezaron a usar ese incómodo calzado para estar a la moda. Cuando viajaban por lo que hoy es Centroamérica eran objeto de burla, ya que el tamaño de la plataforma era muy grande (para darle altura a la persona) y se les dificultaba caminar.
Por ese motivo los países del área centroamericana conocen a los guatemaltecos como “chapines”. Así pues, en un inicio se les llamaba popularmente así a los habitantes de la capital de Guatemala pero posteriormente pasó a ser el sobrenombre de todos los guatemaltecos.
Hoy, de la misma manera que hace doscientos años, los Chapines deben coordinarse con los Guanacos y Catrachos por los migrantes, para fortalecer sus economías, para mejorar la coordinación policial.
La palabra chapín es de origen vasco y proviene de “txapin” que significa: zapatilla o escarpín. En el siglo XIV se puso de moda en España un zapato de plataforma que se llamaban “chapines”.
En la época de la Colonia el Reino de Guatemala comprendía desde el sur de México hasta Costa Rica y los habitantes de la capital de Guatemala empezaron a usar ese incómodo calzado para estar a la moda. Cuando viajaban por lo que hoy es Centroamérica eran objeto de burla, ya que el tamaño de la plataforma era muy grande (para darle altura a la persona) y se les dificultaba caminar.
Por ese motivo los países del área centroamericana conocen a los guatemaltecos como “chapines”. Así pues, en un inicio se les llamaba popularmente así a los habitantes de la capital de Guatemala pero posteriormente pasó a ser el sobrenombre de todos los guatemaltecos.
Hoy, de la misma manera que hace doscientos años, los Chapines deben coordinarse con los Guanacos y Catrachos por los migrantes, para fortalecer sus economías, para mejorar la coordinación policial.
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